El Presidente de la Conferencia Episcopal Chilena (CECH), Mons. Alejandro Goic, llamó a vivir la solidaridad a ejemplo de San Alberto Hurtado y recordó que "la vivencia de la caridad y la promoción de la justicia social son una consecuencia vital e indispensable del seguimiento de Cristo".
Durante la Misa en el Santuario del Padre Hurtado, el Prelado señaló que la solidaridad con los más necesitados no debe agotarse en consignas de campañas o convertirse "en una suerte de ‘turismo social’ en que ocasionalmente estamos un rato junto a los pobres".
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"Una solidaridad auténtica implica dos dimensiones: por una parte, el amor humano y la misericordia, la compasión y la ternura, en especial hacia los que más sufren; y por otra, la necesaria búsqueda de la transformación de las condiciones sociales, políticas y económicas, a través del ejercicio responsable de nuestros derechos y deberes ciudadanos. Porque, en palabras del apóstol Santiago, una fe sin obras es una fe muerta", afirmó.
El Presidente de la CECH recordó la parábola del buen samaritano, quien a diferencia del sacerdote y del levita, se conmovió del prójimo herido y actuó. "No sacó cuentas con la razón científica y técnica que hoy, con recetas fáciles, nos recomienda a quién dar, cuándo dar, cuánto dar", señaló.
"¿Es el gesto del samaritano el que inspira e identifica la solidaridad nuestra, la solidaridad que valoramos después de los terremotos y temporales? Lo pregunto con un especial acento en estos tiempos de promesas puerta a puerta: ¿Somos capaces de quedarnos una noche junto a los más pobres de los pobres? ¿Seremos capaces de hacernos cargo de ellos hasta que se curen sus heridas?", cuestionó.
Mons. Goic recordó que la solidaridad se aprende en el hogar, se cultiva en la escuela y se juega en la vida laboral. "La solidaridad no puede ser flor de un día, moda pasajera o sensibilidad limitada a ciertas fechas, a ciertas campañas, a tragedias y desastres", expresó.
En ese sentido, afirmó que San Alberto Hurtado comprendió las palabras de Cristo, que llama a actuar como el samaritano. "La Iglesia ha reconocido en este sacerdote chileno de la Compañía de Jesús una santa manera de mirar, en el pobre, a Cristo", afirmó.
"San Alberto comprendió bien que dar es más que aportar dinero, porque sintió la conmoción del samaritano que mira al sufriente a los ojos. Le habría sido más fácil pagar por el servicio: con su dinero otro podría haber curado y acompañado al hombre herido. Pero el samaritano quiso lavar y curar las heridas con sus propias manos. Quiso quedarse y hacerse responsable de su hermano", indicó.
Mons. Goic invitó a los chilenos a pedir a Cristo "que nos ensanche el corazón y que, por intercesión de nuestra madre, María, nos ayude a ponernos en el lugar de los que sufren, a aliviar su dolor y a hacernos responsables de la curación de todas sus heridas".