Este mediodía miles de fieles rezaron el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien desde el balcón del Palacio Pontificio en Castelgandolfo destacó que así como hizo con la Virgen María, Dios le pide a cada una de las personas "ayudarlo", acogiéndolo en su corazón y en toda su existencia, de manera especial a través de la Eucaristía, para así hacerse presente en medio del mundo.
El Santo Padre hizo un reflexión relacionando la fiesta de la Asunción de María y lo que dice el Evangelio de hoy en las palabras de Jesús: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo".
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"Jesús –dijo el Papa– se presenta como el 'pan vivo', es decir la nutrición que contiene la vida misma de Dios y que es capaz de comunicarla a quien come de Él. … ¿y de quién ha tomado el Hijo de Dios su 'carne', su humanidad concreta y terrena? La ha tomado de la Virgen María. Dios ha tomado de Ella el cuerpo humano para entrar en nuestra condición mortal".
"Asimismo, al final de sus existencia terrena, el cuerpo de la Virgen ha sido asunto al cielo por obra de Dios y ha entrado en la condición celeste. Es una especie de intercambio, en el que Dios tiene siempre la plena iniciativa, pero que en un cierto modo necesita de María para preparar la materia de su sacrificio: cuerpo y sangre a ser ofrecidos en la Cruz cual instrumento de vida eterna y en el sacramento de la Eucaristía, como alimento y bebida espiritual", agregó.
Más adelante hizo notar que lo que sucedió con María "es válido para cada hombre y mujer. A cada uno de nosotros Dios le pide ser acogido, ponerle a disposición nuestro corazón y nuestro cuerpo, nuestra existencia toda para que pueda Él vivir en el mundo".
"Nos llama –agregó– a nutrirnos de Él en la Eucaristía", y con nuestro 'sí' se realiza en nosotros cuanto sucede con María: somos asuntos en la divinidad de Aquel que ha asumido nuestra humanidad".
El Papa también enfatizó que "la Eucaristía es el medio, instrumento de este recíproco transformarse, que siempre tiene a Dios como fin y como principal actor: Él es la Cabeza y nosotros los miembros, Él es la viña y nosotros los sarmientos".
El cristiano que vive de la Eucaristía "muere como todos, participando también en el misterio de la pasión y de la cruz de Cristo, pero no es más esclavo de la muerte, y resucitará el día final, para gozar de la fiesta eterna con María y todos los Santos".
"Este misterio de vida eterna comienza acá en la tierra: misterio de fe, esperanza y amor que se celebra en la liturgia, especialmente en la Eucaristía, y se expresa en la comunión fraterna y en el servicio al prójimo", concluyó el Papa.
Seguidamente Benedicto XVI rezó el Ángelus, saludó a los presentes en distintos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.