El Obispo de Valparaíso, Mons. Gonzalo Duarte García, expresó su dolor por el asesinato de Francisca Silva, una niña de cinco años, pero advirtió que la pena de muerte que piden muchas personas no es la respuesta ante el horror; y más bien llamó a reflexionar sobre qué tipo de sociedad se está construyendo.
"La trágica muerte de la menor Francisca Silva y todo lo relativo a su velatorio y funerales ha sido lo más doloroso que me ha tocado vivir en mis ya 42 años de sacerdote. He sentido como nunca la impotencia del ser humano frente al dolor moral extremo y la imposibilidad de decir palabras de consuelo", expresó el Prelado al recordar la Misa por la muerte de Francisca, una menor de cinco años, que fue secuestrada por su vecino, ultrajada y asesinada.
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Mons. Duarte García dijo que comprende a quienes piden a gritos la pena de muerte para el asesino, porque "es una expresión espontánea de dolor y un clamor porque se haga justicia, porque lamentablemente la opinión pública, y particularmente el mundo de los pobres, siente que no se está haciendo justicia en Chile".
Sin embargo, aunque "algunas personas me enfrentaron duramente por esto", reafirmó que la pena capital no es la solución al horror. "La sociedad chilena, a través de los poderes públicos que la representan y que ella misma ha elegido, dio un paso importante de humanización suprimiendo la pena de muerte", señaló.
El Obispo de Valparaíso dijo que hay que dejar "que los tribunales hagan serena y eficientemente su labor" y llamó más bien a preguntarse "qué familia estamos construyendo, qué sociedad estamos construyendo, qué Iglesia estamos construyendo. Hasta cuándo vamos a seguir con las peleas, la violencia verbal y las descalificaciones".
El Prelado indicó que "ha llegado el momento de empeñarnos, cada uno, en la noble tarea de regalar a nuestros niños y jóvenes un mundo bello, un mundo mejor, un mundo más justo y solidario".
Mons. Duarte García dijo que "no hay palabras humanas capaces de consolar" a quienes perdieron a una hija, pero es entonces "cuando tenemos que aferrarnos a la Palabra de Dios, la única que puede dar sentido a toda nuestra vida y a todo en nuestras vidas".
Sin embargo, insistió en que "queda la interrogante fundamental: ¿qué sociedad estamos construyendo? ¿Cuáles son los valores que estamos privilegiando en el día a día?".