En noviembre pasado, el drama de la adolescente británica Hannah Jones fue usado como bandera para promover la eutanasia. Con el apoyo de sus padres, Hannah, de 13 años, se negaba a recibir un trasplante de corazón defendiendo su supuesto derecho a morir. Meses después, cambió de opinión y optó por salvar su vida.
Varios años atrás a Hannah le diagnosticaron un tipo raro de leucemia. Cuando los especialistas lograron la remisión del cáncer le descubrieron una cardiomiopatía; su corazón tenía un agujero y era necesario cambiarlo para que siguiera con vida.
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Al conocer los riesgos de la operación y la eventual necesidad de un nuevo transplante después de diez años, la menor dijo a sus padres y a las autoridades de salud que no quería más tratamientos y que volvería a casa aunque eso implicara su muerte.
Ante su negativa, la dirección del hospital que la atendía, el Herefordshire Primary Care Trust de Hereford (Reino Unido), decidió acudir a los tribunales para retirar temporalmente la custodia a sus padres y "obligar" a la adolescente a someterse a la cirugía; sin embargo, tras varios procedimientos legales y el informe de un funcionario de la oficina del defensor del menor, el hospital decidió retirar la demanda.
Su caso fue usado como bandera por varios grupos anti-vida para promover la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido.
Según el diario Telegraph, Hannah cambió de opinión tras sufrir una falla parcial en el riñón el pasado 7 de julio, cinco días antes de cumplir 14 años.
La adolescente no pudo recibir una diálisis debido a que su corazón era demasiado débil para el tratamiento. Hannah debía volver a la lista de receptores de corazón donado o sufriría una falla renal grave y una muerte segura.
"Sé que había decidido que no quería esto de ninguna manera, pero todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión", indicó Hannah después de someterse al exitoso trasplante y expresó su alegría porque "ahora estoy tomando 27 pastillas, pero luego solo tendré que tomar unas 12".