En el mensaje del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo 2009, este dicasterio señala que es necesario "trabajar por reemplazar la discriminación, la xenofobia y la intolerancia por la comprensión y la aceptación mutua, recorriendo los caminos del respeto, la educación y el diálogo abierto, constructivo y comprometido".
En el texto titulado "El turismo, consagración de la diversidad", para la jornada que se celebrará el próximo 27 de septiembre, los arzobispos Antonio Maria Vegliò y Agostino Marchetto, respectivamente Presidente y Secretario del dicasterio, escriben que "la diversidad es un hecho, una realidad, y, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI, es también un hecho positivo, un bien, y no una amenaza o un peligro, a tal punto de desear que 'las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que también deseen enriquecerse gracias a ella'".
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"En la valoración positiva del diverso observamos una paradoja: si por un lado se constata, en este tiempo de globalización, que las culturas y las religiones se acercan cada vez más, y que en el corazón de todas las culturas brota un auténtico deseo de paz, por otro lado se constatan incomprensiones, existen prejuicios y malentendidos profundamente enraizados, que levantan barreras y alimentan divisiones. Es el miedo a lo diverso, a lo desconocido".
Seguidamente explican que "el turismo, en cuanto pone en contacto con otros modos de vivir, otras religiones, otras formas de ver el mundo y su historia, es también una ocasión para el diálogo y la escucha, y constituye una invitación a no cerrarse en la propia cultura, sino a abrirse y confrontarse con modos de pensar y de vivir diversos".
"Por tanto no debe sorprender que sectores extremistas y grupos terroristas de índole fundamentalista señalen el turismo como un peligro y un objetivo a destruir. El conocimiento mutuo ayudará –lo esperamos ardientemente– a construir una sociedad más justa, solidaria y fraterna", advierten
"Si el turismo se desarrolla en ausencia de una ética de responsabilidad, paralelamente toma cuerpo el peligro de la uniformidad y de la belleza" como un negocio. "De este modo sucede, por ejemplo, que los autóctonos pueden hacer para los turistas espectáculo de sus tradiciones, ofreciendo la diversidad como un producto comercial, solo por lucro", indican luego.
"Todo eso exige un esfuerzo, tanto por parte del visitante como del autóctono que acoge, de asumir comportamiento de apertura, respeto, cercanía, confianza, de modo que en el deseo de encontrar a los demás, respetándolos en su diversidad personal, cultural y religiosa, se abran al diálogo y a la comprensión".
Tras subrayar que "contemplando la diversidad, el hombre descubre las huellas del divino en las pisadas humanas", afirman que "para el creyente, el conjunto de las diversidades abre caminos para acercarse a la infinita grandeza de Dios".
"Dios confía a la Iglesia la tarea de forjar en Cristo Jesús, gracias al Espíritu, una nueva creación, recapitulando en Él todo el tesoro de la diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflictos", indican.
Finalmente hacen votos para que "el soplo divino venza toda xenofobia, discriminación, racismo, vuelva cercanos aquellos que están lejanos, en la contemplación de la unidad/diversidad de una familia humana bendecida por Dios".