El Arzobispo de Tucumán, Mons. Luis Villalba, resaltó que la crisis actual del país exige una respuesta de espiritualidad y destacó que "la seriedad de los desafíos que tenemos nos exige unir la relación entre la acción social y política y la moral que inspira nuestro pensar y nuestro obrar".
En el Te Deum celebrado esta mañana en la Catedral Nuestra Señora de la Encarnación por el 193º aniversario de la declaración de la independencia de Argentina, ante la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner; entre otras autoridades, el Prelado señaló que "la celebración de esta fecha patria nos debe ayudar a renovar nuestro esfuerzo y solidaridad para forjar una sociedad mejor, donde todos puedan vivir con felicidad".
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Tras destacar que "Dios nos acompaña desde los orígenes de nuestra patria", explicó que "hoy agradecemos a Dios por nuestro país y le pedimos su bendición, a fin de que la prosperidad y el desarrollo alcancen a todos sus habitantes".
Mons. Villalba recordó que "la patria nos necesita a todos" y reclama ante todo "honestidad, transparencia. En una palabra, la moral de todos sus ciudadanos, comenzando por quienes tienen mayores responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas".
El Prelado sostuvo que la patria necesita de hombres virtuosos porque "la grandeza de los pueblos se mide, en primer lugar, por sus fuerzas espirituales", pero lamentó que en la sociedad argentina "parecería que la palabra virtud ha pasado de moda. A veces hasta se la identifica con ‘ridículo’. Parecería que a la palabra ‘virtud’ o ‘virtuoso’ sólo se la menciona en el catecismo".
Asimismo, destacó tres virtudes sociales que deberían primar en la sociedad. En primer lugar el amor al prójimo, entendido como caridad. Una caridad que "es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha de orgullo, no es descortés, no es interesada; no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la injusticia; se complace en la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera".
También se refirió a la benevolencia, que en "la arena difícil y dramática de la vida social, se distingue por un estilo calmo, por la capacidad de valorar lo mejor de cada persona y de cada propuesta, por el esfuerzo por disminuir los contrastes e instaurar un tipo de relación familiar y amical, comenzando por el lenguaje y que no olvida que, aun en el fervor del debate, todos somos personas humanas".
En tercer lugar, Mons. Villalba nombró la mansedumbre, que es "lo contrario a la arrogancia, entendida como la opinión exagerada de los propios méritos, que justifica el atropello. La mansedumbre es contraria a la prepotencia".
"El manso no guarda rencor, no es vengativo. No da vueltas sobre la ofensa recibida, no reabre las heridas. Atraviesa el fuego sin quemarse, no se altera. Mantiene la propia compostura", precisó.
El Arzobispo advirtió además que "la mansedumbre no pone en el primer lugar el poder y la supremacía; por el contrario, sabe hacer gestos valientes, de paz, de diálogo".
"La mansedumbre permite ponderar los diversos aspectos de los problemas y privilegia la convergencia positiva. Supera las parcialidades y ve el conjunto, que es el fundamento para promover el bien común. Porque el bien común siempre pedirá el sacrificio de algún aspecto particular y la pretensión de afirmar de manera absoluta el propio punto de vista", concluyó.