Miles de fieles y peregrinos se dieron cita este mediodía en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias a la oración mariana resaltó la figura de San Pablo como modelo de amor a Cristo y de celo por el anuncio del Evangelio; al referirse a la clausura del Año Paulino y el inicio, hace unos días, del Año Sacerdotal.
“Ha sido un verdadero tiempo de gracia en el que, mediante peregrinaciones, catequesis, numerosas publicaciones y diversas iniciativas, la figura de San Pablo ha sido repropuesta en toda la Iglesia y su vibrante mensaje ha hecho revivir la pasión por Cristo y por el Evangelio”, dijo el Pontífice refiriéndose a la clausura del Año Paulino.
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El Santo Padre ha visto la acción de la Providencia en la inauguración del Año Sacerdotal, que iniciara el pasado 19 de junio, día del Sagrado Corazón de Jesús, “un ulterior impulso espiritual y pastoral que traerá muchos beneficios al pueblo cristiano y especialmente al clero”.
“¿Cuál es la finalidad del Año Sacerdotal?”, se preguntó luego Benedicto XVI. Este "quiere contribuir en la promoción del compromiso por la renovación interior de todos los sacerdotes para un mayor e incisivo testimonio evangélico en el mundo de hoy”.
Relacionándolo con San Pablo dijo que este Apóstol “constituye un modelo espléndido a ser imitado, no tanto en lo concreto de la vida –la suya fue verdaderamente extraordinaria– sino más bien por su amor por Cristo, por el celo por el anuncio del Evangelio, la dedicación a las comunidades, la elaboración de eficaces síntesis de teología pastoral”.
“San Pablo es ejemplo de sacerdote totalmente identificado con su ministerio, consciente de llevar un tesoro inestimable, es decir el mensaje de la salvación”, dijo el Papa.
También resaltó que el Apóstol de Gentes era muy consciente de llevar tal tesoro en un vaso de barro, “por ello él es fuerte y humilde al mismo tiempo, íntimamente persuadido de que todo es mérito de Dios, todo es su gracia. (...) El presbítero debe ser todo de Cristo y todo de la Iglesia, a la cual está llamado a dedicarse con amor indiviso, como un esposo fiel con su esposa”.
El Pontífice invocó la intercesión de la Virgen María para que “nos obtenga del Señor abundantes bendiciones para los sacerdotes. Que la Virgen, a quien San Juan María Vianney tanto amó e hizo amar por sus parroquianos, ayude a cada sacerdote a revivir el don de Dios que está en él en virtud de su santa Ordenación”.
Seguidamente Benedicto XVI rezó el Ángelus Dominical, saludó a los presentes en distintos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.