Al presidir en la Basílica Superior del Santuario de la Anunciación en Nazaret el rezo de las Vísperas con los sacerdotes, religiosos y representantes de movimientos eclesiales de Galilea, el Papa Benedicto XVI instó a los presentes y a todos los cristianos a permanecer en Tierra Santa siendo testigos de paz y unidad, a ejemplo de Santa María.
En su discurso el Santo Padre explicó que "lo que sucedió aquí en Nazaret, lejos de ser una mirada al mundo, fue un acto singular de Dios, una poderosa intervención en la historia, a través de la cual un niño fue concebido para traer la salvación a todo el mundo. La maravilla de la Encarnación sigue desafiándonos para abrir nuestro entendimiento a las posibilidades infinitas del poder transformador de Dios, de su amor por nosotros y de su deseo de estar unido a nosotros".
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"Aquí el eterno y amado Hijo de Dios se hizo hombre y así hizo posible para nosotros, sus hermanos y hermanas, que compartiéramos su divina filiación. Ese movimiento de abajamiento todo lleno de amor hizo posible el movimiento ascensional de exaltación en el que nosotros también somos elevados en la vida de Dios mismo".
Seguidamente el Santo Padre afirmó que "la narrativa de la Anunciación ilustra la extraordinaria cortesía de Dios. Él no se impone, no predetermina simplemente el rol de María en su plan para nuestra salvación: primero busca su consentimiento. En la Creación original podemos ver claramente que no hubo un pedido de consentimiento por parte de Dios para con sus criaturas, pero en esta nueva Creación sí lo hace. María está en lugar de toda la humanidad. Ella habla por nosotros cuando contesta a la invitación del ángel".
Por eso, continuó el Papa, "cuando reflexionamos en este misterio de alegría, obtenemos esperanza, la segura esperanza de que Dios seguirá interviniendo en nuestra historia, actuará con poder creativo para lograr las metas que para el ser humano por sí mismo son imposibles. Este misterio nos desafía a abrirnos a la acción transformadora del Espíritu Creador que nos hace nuevos, que nos hace uno con él, que nos lleno con su vida. Nos invita, con exquisita cortesía, a dar nuestro consentimiento, a darle la bienvenida a la Palabra de Dios en nuestros corazones, haciendo que seamos capaces de responderle con amor y manifestando el amor unos con otros".
Tras reiterar que muchos cristianos han emigrado de Tierra Santa "buscando mayor seguridad y mejores prospectos", el Papa señaló que "vuestra situación hace que recordemos a la joven Virgen María, quien llevó una vida escondida en Nazaret, con poca influencia económica o pública. Sin embargo, recordando sus palabras en el gran himno del Magnificat, Dios ha mirado la bajeza de su sierva, ha saciado a los hambrientos con sus bienes".
"¡'Obtengan fortaleza del cántico de María, que pronto cantaremos con toda la Iglesia en todo el mundo! Tengan confianza en Cristo y permanezcan aquí en la tierra santificada por Su presencia! Como María, tienen una parte en el plan de Dios para la salvación, presentando a Cristo ante el mundo, dando testimonio y dando a conocer su mensaje de paz y unidad".
Para ello, explicó Benedicto XVI, "es esencial que estén unidos entre vosotros, para que la Iglesia en Tierra Santa sea claramente reconocida como 'signo e instrumento de comunión con Dios y de la unidad de la toda la raza humana'".
Finalmente el Papa resaltó que "vuestra unidad, esperanza y amor es un fruto del Espíritu Santo que les permite ser efectivos instrumentos de la paz de Dios, ayudando a construir la genuina reconciliación entre los distintos pueblos que reconocen a Abraham como su padre en la fe".