Los escritos y el testimonio de vida de San Pablo Apóstol son una gran fuente de riqueza para la Iglesia Católica que pueden ayudarnos a avanzar en el camino de santidad.
En un artículo de National Catholic Register, el P. Jhon Cush, sacerdote de la Diócesis de Brooklyn (Estados Unidos), ofreció tres lecciones de vida de San Pablo Apóstol, que pueden ser de gran utilidad para los católicos de hoy.
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El P. Cush recordó que Saulo de Tarso, que después de convertirse se llamó Pablo, "es un hombre fascinante" que nos enseña tres lecciones importantes: "Primero, que está bien ser humano. Segundo, que a veces en la vida, es necesario que te derriben del caballo. Y tercero, que tienes que aprender a darle una oportunidad a la persona".
1. Está bien ser humano
El P. Cush recordó que "Saulo no era un ángel", pues en el Libro de los Hechos de los Apóstoles de la Biblia se registra que el santo era un perseguidor de cristianos que solía estar "respirando amenazas de muerte" contra los primeros discípulos del Señor.
Saulo "era celoso de la fe judía, o al menos de su rama, y, según él mismo admitió, era el principal perseguidor de los cristianos". De hecho "fue él quien incitó al martirio de Esteban el protodiácono", indicó.
No obstante, el sacerdote destacó que pese a su posterior conversión al cristianismo, e incluso cuando se convierte en uno de los Apóstoles del Señor, San Pablo todavía sigue siendo "un poco tosco", "brusco" y hasta "mordaz". Por ejemplo, en una de sus cartas él escribió: "¡Gálatas insensatos!".
El P. Cush dijo que una de las cosas más interesantes de San Pablo es que a veces era una persona tan difícil que sus compañeros se apartaban de él.
"Muchos estudiosos de las Escrituras creen que esto se debe a la intensidad, la ferocidad del espíritu de San Pablo", dijo el sacerdote. Por ello, Timoteo, Tito, Silas, Juan, Marcos y Bernabé no podían trabajar con él a diario, pero lo "amaban y respetaban".
Para el sacerdote, el siguiente adagio: "No siempre tenemos que pensar igual, pero sí tenemos que pensar juntos" representa lo que el santo pensaba.
San Pablo "podría haberlos vuelto locos, pero estoy seguro de que sus amigos sabían que él era absolutamente brillante, absolutamente motivado y absolutamente enamorado de Cristo", agregó.
"Pablo sabe quién es y lo que debe hacer. Permite que la gracia de Cristo obre en su vasija de barro y, aun con todas las espinas en su carne, es capaz de consagrar su vida al Señor".
2. A veces es necesario que te derriben del caballo
El P. Cush señaló que si bien el libro de los Hechos de los Apóstoles "no dice explícitamente que Pablo se cayó del caballo" y que esa imagen procede "más de la famosa pintura de Caravaggio que de cualquier otra cosa", el verdadero crecimiento de un cristiano "solo puede provenir de una verdadera lucha".
Al respecto, el sacerdote recordó las palabras de Santa Teresa de Calcuta, fundadora de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, quien compartió la clave para formar un buen sacerdote.
"Parafraseando, ella dijo: 'Tienes que romperle el corazón'. Y eso es verdad El corazón del sacerdote, y de hecho, el corazón de todos nosotros, necesita ser roto, y el único que puede curar el corazón es el Sagrado Corazón", dijo el P. Cush.
"Una vez que nosotros, en nuestra humildad, reconozcamos que es el Señor y solo el Señor quien puede sanarnos, entonces y solo entonces puede comenzar la verdadera sanación", agregó.
3. Hay que dar una segunda oportunidad
El P. Cush también recordó que cuando San Pablo se convirtió, la comunidad cristiana tuvo que darle al santo una nueva oportunidad, pese a la reputación que tenía como perseguidor de cristianos.
"Imagina ser la comunidad cristiana que tuvo que traer a Pablo a sus hogares. Imagina su miedo. Imagina su desconfianza. Imagínate su disgusto por este hombre que ya había hecho tanto daño a la Iglesia", dijo.
Sin embargo, el pueblo cristiano "confía en él" y es así que "por medio de Pablo, la Palabra de Dios, Jesús, el Señor, se dio a conocer a los gentiles", agregó.
En ese sentido, sostuvo que "en nuestras vidas tenemos que confiar en las personas y dar esa segunda oportunidad, dentro de lo razonable, a nuestros hermanos y hermanas que nos han lastimado, para aprender a perdonar, si no a olvidar".
"Que nosotros, que ya estamos convertidos a Cristo, nos convirtamos más plenamente a la verdad de Cristo crucificado en todo lo que hacemos y decimos", concluyó.