En el "lunes del Ángel", el Papa Benedicto XVI presidió el rezo del Regina Caeli desde la residencia estival de Castelgandolfo, en el que destacó que la Pascua de Cristo resucitado "es verdaderamente nuestra esperanza".
En efecto, explicó el Santo Padre, "resurgiendo de la muerte, Jesús ha inaugurado su día eterno. 'No moriré –Él dice– sino que quedaré en vida'. El Hijo del hombre crucificado, piedra descartada por los constructores, se convierte ahora en el sólido fundamente del nuevo edificio espiritual que es la Iglesia, su Cuerpo místico. El pueblo de Dios, que tiene a Cristo como su cabeza invisible, está destinado a crecer en el curso de los siglos, hasta el pleno cumplimiento del plano de la salvación".
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Entonces, continuó el Papa, "la humanidad entera será incorporada a Él, y toda realidad existente estará compenetrada por su total victoria. Así, como escribió San Pablo, Él será 'el perfecto cumplimiento de todas las cosas' y Dios será todo en todos'".
A continuación el Santo Padre resaltó que "se alegra por lo tanto la comunidad cristiana porque la resurrección del Señor nos asegura que el plano divino de la salvación se cumplirá ciertamente. Razón por la cual su Pascua es verdaderamente nuestra esperanza".
"Y nosotros, resucitados con Cristo mediante el Bautismo, debemos ahora seguirlo fielmente en la santidad de vida, caminando sin parar hacia la Pascua eterna, con la conciencia de que las dificultades, las luchas, las pruebas, los sufrimientos de la existencia humana, en las que se incluye a la muerte, no podrán ya separarnos más de Él y su amor", añadió.
Por ello, precisó Benedicto XVI, la resurrección de Jesús "ha colocado un puente entre el mundo y la vida eterna, sobre el que cada hombre y cada mujer puede pasar para alcanzar la verdadera meta de nuestro terreno peregrinar".
"'He resucitado y estoy siempre contigo'. Esta aseveración de Jesús se realiza sobre todo en la Eucaristía, y en cada celebración eucarística que la Iglesia, y cada uno de sus miembros, en la que experimentan su presencia viva y se benefician de toda la riqueza de su amor. En el sacramento de la Eucaristía, el Señor resucitado nos purifica de nuestras culpas, nos nutre espiritualmente y nos infunde vigor para sostener las duras pruebas de la existencia y para luchar contra el pecado y el mal".
Finalmente, el Papa explicó que Cristo "es el apoyo seguro en nuestra peregrinación hacia la eterna morada del Cielo. Que la Virgen María, que ha vivido junto a su divino Hijo todas las fases de su misión en la tierra, nos ayude a acoger con fe el don de la Pascua y nos haga fieles y alegres testimonios del Señor resucitado".