La Editorial Edibesa reeditó el libro "Pilina", que cuenta la vida de María del Pilar Cimadevilla López-Dóriga, una niña madrileña que se convirtió en misionera sin haber dejado nunca su ciudad y que podría llegar a los altares.
La biografía fue reeditada con motivo del III Encuentro Nacional de Infancia Misionera, que se celebrará los próximos 2 y 3 de mayo en el Pabellón Telefónica Arena, de la Casa de Campo de Madrid, según informó OMPRESS.
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En la introducción del libro, Mons. Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona y director de Obras Misionales Pontificias, recuerda que "Pilina era amiga de todos porque amaba mucho y porque se fiaba de Jesús. Pilina ofrecía sus dolores por las misiones y de ahí que fuera enferma misionera".
Según la autora de la biografía, Teresa Resusta, RJM, la revista que más le gustaba a "Pilina" se llamaba "Reina de las Misiones", que contaba "casos e historias de aquellos países". Pilina no dejó de rezar ni un solo día el "Rosario Misionero".
Alfonso López Quintás, vicepostulador de la causa de beatificación de "Pilina", recomendó la lectura de este libro "para niños nada infantil", a los adultos que tengan "alma de niño", es decir, a todos los que "se abran sin prejuicios a la vida del espíritu".
Su vida
"Pilina", nació en Madrid el 17 de febrero de 1952. Fue hija del coronel Amaro Cimadevilla y de doña María del Rosario López-Dóriga.
Desde temprana edad se caracterizó por su genio vivo, era dócil e inteligente y empezó a destacar por su piedad. La Primera Comunión marcó un hito en su vida, rezaba frecuentemente y con una atención poco común para su edad, con frecuencia visitaba la iglesia para meditar.
Con nueve años de edad contrajo linfoma de Hodgkin, una enfermedad irreversible y muy dolorosa que asumió con serenidad. En el hospital fue atendida por las Hijas de la Caridad quienes le propusieron formar parte de la Unión de Enfermos Misioneros. Pilina recibió con gran entusiasmo esta tarea y empezó a ofrecer sus sufrimientos por las misiones, la conversión y la salvación de muchos.
Pocos días después de cumplir 10 años de edad, el 6 de marzo de 1962, Pilina falleció en brazos de su madre.
La enfermedad maduró el alma de Pilina causando asombro en cuantos la conocieron por su heroísmo en el sufrimiento y su gozo en el sacrificio.
En el año 2004, la Congregación para las Causas de los Santos la reconoció como Sierva de Dios y su camino a los altares sigue en marcha.