El grupo armado que controla una conocida "favela" –zona tugurizada– de la ciudad brasileña de Río de Janeiro dio esta semana un "ultimátum" a la Arquidiócesis para que cierre una parroquia y sus centros de ayuda comunitaria porque el párroco se niega a pagar la extorsión exigida por los delincuentes.
Los delincuentes armados, que constituyen una verdadera fuerza paramilitar, controlan la "Asociación de Vecinos de Río das Pedras", en el barrio carioca de Jacarepaguá, donde funciona la Parroquia Nuestra Señora de Loreto.
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El presidente de la asociación de vecinos, conocido como "Beto Bomba", líder de una milicia que en el barrio le disputa el poder a los narcotraficantes, dio un ultimátum al P. Luis Antonio, párroco de Nuestra Señora de Loreto, para abandonar el edificio de apenas 150 metros cuadrados antes del 5 de mayo.
"No sé los motivos del ultimátum, pero la verdad la iglesia no hace acuerdos con estos grupos", dijo el P. Luis Antonio; quien señaló que no piensa abandonar la parroquia ni los centros comunitarios.
Según el diario "O Dia", milicias paramilitares controlan más de 500 comunidades en Río de Janeiro con el argumento de combatir en forma ilegal a los narcotraficantes. A raíz de la grave corrupción de la Policía Federal, estos grupos armados que imponen orden en territorios hasta ahora dominados por narcotraficantes, fueron originalmente bienvenidos en los barrios más pobres; hasta que montaron un sistema de extorsión y cobro de servicios básicos a los vecinos a cambio de supuesta protección.
"Los vigilantes se han convertido en una nueva forma de intolerable abuso", señaló el P. Luis Antonio.