Miles de fieles y peregrinos se reunieron este medio día en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias meditó sobre el pasaje del grano de trigo que muere y da fruto recordando que "solo así es posible librarse del dominio del pecado y vivir como hijos e hijas de Dios Padre".
“Es esta la voluntad de Dios: darnos la vida eterna visto que la hemos perdido. Para que esto suceda es necesario que Jesús muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo. Solo así podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que está en los cielos”, dijo el Santo Padre.
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Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, en el marco de su reciente visita a África, el Pontífice hizo notar que “no es más el tiempo de las palabras y de los discursos; ha llegado la hora decisiva, para la que el Hijo de Dios ha venido al mundo; no obstante su alma esté turbada, Él está disponible para realizar hasta el final la voluntad del Padre”.
Asimismo el Papa agradeció a Dios y a cuantos de diferentes modos “colaboraron en la realización del viaje apostólico a África” y afirmó que por un lado le impresionó “la visible alegría en los rostros de la gente, el gozo de sentirse parte de la única familia de Dios”, y por otro lado “el fuerte sentido del sacro que se respiraba en las celebraciones litúrgicas, característica común a todos los pueblos africanos”.
“La visita me ha permitido ver y comprender mejor la realidad de la Iglesia en África en la variedad de sus experiencias y de los desafíos que debe afrontar en estos tiempos”, agregó el Pontífice.
Al final de su introducción a la Ángelus, Benedicto XVI relacionó la nueva humanidad con la experiencia de los cristianos en África afirmando: “Hemos experimentado que esta nueva humanidad está viva, si bien con sus límites humanos. Ahí donde los misioneros, como Jesús, continúan dando su vida por el Evangelio, se recogen frutos abundantes”.
“Ha sido hermoso poder ver el fruto de su amor por Cristo y constatar el profundo reconocimiento que los cristianos les tienen. Demos gracias a Dios, y recemos a Santa María para que en el mundo entero se difunda el mensaje de la esperanza y del amor a Cristo”, concluyó el Papa.
Seguidamente rezó el Ángelus en latín, saludó a los peregrinos en diferentes idiomas e impartió su Bendición Apostólica.