Al recibir esta mañana a los participantes del Congreso "Las nuevas fronteras de la genética y el riesgo de la eugenética", el Papa Benedicto XVI reafirmó que toda vida humana tiene la misma dignidad, incluso cuando actualmente sucede que son "penalizados desde la concepción aquellos hijos cuya vida es juzgada como no digna de ser vivida".
En su discurso a los participantes de este congreso realizado en ocasión de la XV Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa explicó que el trabajo de los investigadores en el ámbito de la genética "requiere un particular sostenimiento; por ello la colaboración entre las diferentes ciencias es una ayuda que nunca puede faltar para llegar a resultados que sean eficaces y al mismo tiempo productores de un autentico progreso para la humanidad entera".
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Esta complementariedad, precisó, "permite evitar el riesgo de un difundido reduccionismo genético, inclinado a identificar a la persona exclusivamente con la referencia de la información genética y sus interacciones con el ambiente".
Tras señalar luego la necesidad de reafirmar que "el hombre será siempre más grande que todo aquello que forma su cuerpo", el Santo Padre precisó que todo ser humano "es mucho más que una singular combinación de informaciones genéticas que le son transmitidas por sus padres. La generación del hombre no podrá nunca ser reducida a una mera reproducción de un nuevo individuo de la especie, cosa que sucede con cualquier animal. Cada aparecer en el mundo de una persona es siempre una nueva creación".
Entonces, prosiguió el Santo Padre, "si se quiere entrar en el misterio de la vida humana, es necesario que ninguna ciencia se aísle, pretendiendo poseer la última palabra". Seguidamente precisó que la eugenética es una "práctica no ciertamente nueva y que ha visto en el pasado formas inauditas de auténtica discriminación y violencia".
El Papa Benedicto XVI explicó que esta práctica aparece actualmente "no como ideologías eugenéticas y raciales que en el pasado han humillado al hombre y provocado sufrimientos humanos, sino como una nueva mentalidad que tiende a justificar una distinta consideración de la vida y de la dignidad personal fundada en el propio deseo y en el derecho individual".
"Se tiende entonces a privilegiar las capacidades operativas, la eficiencia, la perfección y la belleza física en detrimento de otras dimensiones de la existencia que no se consideran dignas. Se debilita así el respeto que se le debe a todo ser humano, incluso en presencia de un defecto en su desarrollo o de una enfermedad genética que podrá manifestarse en el curso de su vida, y son penalizados desde la concepción aquellos hijos cuya vida es juzgada como no digna de ser vivida", prosiguió.
Es necesario reafirmar, continuó, "que toda discriminación ejercida por cualquier poder frente a las personas, pueblos o etnias, sobre la base de diferencias que reconducen a reales o presuntos factores genéticos es un atentado contra la humanidad entera. Lo que se debe reafirmar con fuerza es la igual dignidad de todo ser humano por el hecho mismo de haber sido llamado a la vida".
"El desarrollo biológico, psíquico, cultural y el estado de salud no pueden nunca convertirse en un elemento discriminante. Es necesario, al contrario, consolidar la cultura de la acogida y del amor que testimonian concretamente la solidaridad hacia quienes sufren, derribando las barreras que con frecuencia la sociedad erige discriminando a quien está incapacitado o sufre de alguna patología, o peor llegando a la selección y al rechazo de la vida en nombre de un ideal abstracto de salud y de perfección física".
Benedicto XVI precisó finalmente que "si el hombre es reducido a un objeto de manipulación experimental desde los primeros estadíos de su desarrollo, esto significa que las biotecnologías médicas se entregan al arbitrio del más fuerte. La fe en la ciencia no puede nunca hacer olvidar el primado de la ética cuando está en juego la vida humana".