El Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Mons. Rino Fisichella, resalta que la inviolabilidad de la persona y la indisponibilidad de su existencia son aspectos fundamentales en la genética, al iniciar el Congreso "Las nuevas fronteras de la genética y el riesgo de la eugenética".
En la conferencia inaugural publicada por L'Osservatore Romano, el Prelado indica que el científico "no puede permanecer neutral ante las experimentaciones que realiza, debe siempre ser consciente de que no todo lo que es científica y técnicamente posible es igualmente lícito".
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El Arzobispo explica también que "como con frecuencia sucede, un sutil formalismo lingüístico, unido a una buena publicidad sostenida por grandes intereses económicos, hace perder de vista los verdaderos peligros y tiende a crear una mentalidad que ya no es capaz de reconocer el mal objetivo presente en distintas formar experimentales o que ya no permite formular un juicio ético correspondiente".
Tras explicar que en el presente congreso ha de verificarse si "al interior de la experimentación genética están presentes aspectos que tienden y actúan de hecho una acción eugenética", el Presidente de la Pontificia Academia para la Vida precisa que algunos proyectos que no respetan la vida del hombre escoden una acción "eugenética en nombre de una 'normalidad' de vida para ofrecerla a los individuos. Normalidad que permanece, totalmente, por definirse y que aparece de manera incontrovertible para establecer que nunca alguien podrá arrogarse la autoridad para redirigir las reglas y las finalidades de la vida 'normal' de una persona".
"En todo caso, esta mentalidad ciertamente reductiva, pero presente en distintas intervenciones, tiende a considerar que existen personas que tienen menos valor que otras", precisa.
"Una reducción al solo hecho biológico aparecería como reductiva, impropia e impersonal. Será necesario tener siempre ante nosotros la concepción unitaria de la persona: el cuerpo, siendo un componente esencial, no abarca la globalidad de la persona, que va más allá".
"Lo que nos compete es tener fija la mirada en el principio fundamental de la inviolabilidad de la persona, de la indisponibilidad de su existencia porque es fruto de un don de que se depende. Una gratuidad que no puede ser marginada ni olvidada bajo pena de imposibilidad de, no solo no entendernos a nosotros mismos, sino de no poder ni siquiera encontrar la llave interpretativa para nuestro actuar personal y social", afirma el Prelado.
Mons. Fisichella resalta luego que "ante una visión con frecuencia reductiva de la persona y su dignidad, como ante formas antropológicas que crean divisiones y dualismos que minan la integridad y por tanto humillan la dignidad es urgente e importante que se sienta la voz de la Iglesia en la reafirmación de la enseñanza de siempre".
"El hombre es deudor de su vida. Él ha salido de las manos del Creador y su realización plena se podrá concretar solo en la condición de percibirse a sí mismo y construir la propia existencia personal y social sin nunca querer sustituir a Dios", concluye.