Al finalizar la Eucaristía en ocasión de la 13º Jornada de la Vida Consagrada, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los miembros de las congregaciones, institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica presentes en la Basílica de San Pedro y los alentó a imitar a San Pablo en el seguimiento de Jesús, pues hacerlo es "una vía privilegiada para corresponder hasta el final a vuestra vocación de especial consagración en la Iglesia".
Tras la finalización de la Misa presidida por el Cardenal Franc Rodé, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Papa se refirió a San Pablo, en este año dedicado al Apóstol, "que siempre se ha considerado padre y maestro de cuantos, llamados por el Señor, han decidido entregarse sin condiciones a Él y a su Evangelio".
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El estilo de vida de San Pablo, continuó, "expresa la sustancia de la vida consagrada inspirada en los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. En la vida de pobreza vio la garantía de un anuncio del Evangelio realizado de modo totalmente gratuito, que expresa al mismo tiempo la concreta solidaridad con los hermanos necesitados".
"Acogiendo la llamada de Dios a la castidad, el Apóstol de las Gentes donó todo su corazón al Señor para poder servir con aún mayor libertad y dedicación a sus hermanos; además, en un mundo en el que los valores de la castidad cristiana tenían "escasa ciudadanía", ofrece una referencia de conducta segura".
En cuanto a la obediencia, dijo luego Benedicto XVI "el cumplimiento de la voluntad de Dios y "la responsabilidad diaria, el desvelo por todas las Iglesias animaron, plasmaron y consumieron" la existencia de San Pablo, "ofrecida como sacrificio agradable a Dios".
El Papa recordó luego que "otro aspecto fundamental de la vida consagrada de Pablo es la misión. El es todo de Jesús para ser, como Jesús, de todos; es más, para ser Jesús para todos. En él, tan estrechamente unido a la persona de Cristo, reconocemos una profunda capacidad de conjugar vida espiritual y acción misionera; en él las dos dimensiones se reclaman recíprocamente".
Benedicto XVI expresó su deseo de que el Año Paulino "alimente todavía más el propósito de acoger el testimonio de San Pablo, meditando cada día la Palabra de Dios con la práctica fiel de la lectio divina, rezando con salmos, himnos y cantos inspirados, con gratitud".
Finalmente, el Papa hizo votos para "que el Apóstol os ayude a realizar vuestro servicio apostólico en y con la Iglesia, con un espíritu de comunión sin reservas, donando a los demás los propios carismas y dando testimonio en primer lugar del carisma más grande, que es la caridad".