El editorial de este domingo de L'Osservatore Romano, titulado "El Vaticano II y el gesto de paz del Papa", destaca que la decisión de Benedicto XVI de levantar la excomunión a los 4 obispos ordenados por Marcel Lefebvre es un "gesto de misericordia" que debe alentar a los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a acatar el Concilio Vaticano II que "a medio siglo de su anuncio está vivo en la Iglesia".
En el texto se recuerda que "hace medio siglo, el 25 de enero de 1959, el anuncio del Vaticano II por parte de Juan XXIII fue una gran sorpresa, que sobrepasó los confines visibles de la Iglesia Católica. Ya al día siguiente el Arzobispo de Milán –que en 1963 se convertiría en Pablo VI– definió al futuro Concilio como un 'acontecimiento histórico de enorme grandeza', es decir 'grande hoy, mañana, grande para los pueblos y para los corazones humanos, grande para toda la Iglesia y para toda la humanidad'".
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Pablo VI, prosigue la nota editorial, siguiendo los pasos de Juan XXIII "vio rápidamente y con claridad, las perspectivas históricas y religiosas del Vaticano II: la más vasta asamblea celebrada en la historia fue intuida y abierta por un Papa de 78 años, un siglo después de la interrupción del Vaticano I (querido por Pío IX casi a la misma edad), llevando con valor a su realización una idea ya ventilada bajo el Pontificado de Pío XI y Pío XII".
Seguidamente la nota, firmada por el director del diario del Vaticano, Giovanni Maria Vian, explica que la aplicación del Concilio Vaticano II no ha sido fácil "por la incidencia de las decisiones conciliares en la vida de la Iglesia, en la liturgia, en la misión, en las relaciones con las otras confesiones cristianas, con el judaísmo, con las otras religiones, con la afirmación de la libertad religiosa, en la actitud hacia el mundo".
"El último Papa, Benedicto XVI, al haber participado plenamente y con pasión –como jovencísimo teólogo– en el concilio, ha delineado en 2005 la interpretación católica del Vaticano II: un acontecimiento que es leído no en la lógica de una discontinuidad que, absolutizándolo, lo aislaría de la tradición; sino en la de la reforma, que lo abre al futuro. Un concilio que, como todos los otros, debe insertarse en la historia y no ser mitificado, inseparable de sus textos, que propiamente desde el punto de vista histórico no pueden ser contrapuestos a un supuesto 'espíritu' del Vaticano II".
El editorial, cuya fecha coincide además con la Fiesta de la Conversión de San Pablo, reseña luego que "los buenos frutos del Concilio son innumerables y entre estos aparece ahora el gesto de misericordia relacionado a los obispos excomulgados en 1988".
"Un gesto –continúa– que le hubiera gustado a Juan XXIII y a sus sucesores, en un ofrecimiento límpido que Benedicto XVI, Papa de paz, ha querido hacer público al coincidir el aniversario del anuncio del Vaticano II, con la intención clara de ver pronto sanada una fractura dolorosa. Intención que no será ofuscada por inaceptables opiniones negacionistas y actitudes hacia el judaísmo de algunos miembros de la comunidad a la que el Obispo de Roma tiende la mano".
Finalmente, la nota precisa que "a medio siglo del anuncio, el Vaticano II está vivo en la Iglesia. Así también el Concilio queda en manos de todo fiel para que más fuerte y claro sea el testimonio en el mundo de cuantos creen en Cristo".