Al recibir este mediodía a los jefes y agentes de la Inspección de Seguridad Pública que sirven en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI señaló que ante las sombras que preocupan a la humanidad, Cristo es la verdadera esperanza que debe estar encendida en los corazones de cada uno de los bautizados.
En sus palabras pronunciadas en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa se refirió inicialmente al trabajo de estos servidores y reconoció los sacrificios que realizan ellos y sus familias, a quienes también agradeció.
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Seguidamente Benedicto XVI indicó que en el comienzo del nuevo año "son muchas nuestras expectativas y esperanzas. Sin embargo, no podemos escondernos ante el horizonte en el que se perfilan no pocas sombras que preocupan a la humanidad. Ante ellas no debemos desalentarnos, sino que debemos mantener siempre encendida en nosotros la llama de la esperanza".
"Para nosotros los cristianos, la verdadera esperanza es Cristo, don del Padre a la humanidad. Este anuncio es para todos los hombres: se encuentra en el corazón del mensaje evangélico, Jesús ha nacido, muerto y resucitado para todos", precisó.
El Papa también resaltó cómo "la Iglesia lo sigue proclamando hoy a la entera humanidad para que toda persona y toda situación humana pueda experimentar la potencia salvadora de la gracia de Dios que sola puede transformar el mal en bien. Solo Cristo puede renovar el corazón del hombre y convertirlo en un 'oasis' de paz; solo Cristo puede ayudarnos a construir un mundo en donde reine la justicia y el amor".
Seguidamente, el Santo Padre aseguró que "a la luz de esta esperanza, nuestro trabajo cotidiano, cualquiera que sea, asume un significado y valor distintos, porque lo ligamos a los valores perennes humanos y espirituales, que hacen nuestra existencia más serena y útil a los hermanos. Por ello, por ejemplo, en lo que concierne a su trabajo de vigilancia, éste puede ser vivido como misión".
Benedicto XVI explicó luego que este servicio al "prójimo, concerniente al orden y la seguridad y, al mismo tiempo" se hace "una ascesis personal, que permita también por así decir, una constante vigilancia interior que exige armonizar bien la disciplina y la cordialidad, el control de sí y la vigilante acogida de los peregrinos y turistas que vienen al Vaticano".
"Y tal servicio –continuó– realizado con amor se convierte en oración, oración más agradable a Dios cuando vuestro trabajo resulta poco gratificante, monótono y fatigoso, especialmente en las horas nocturnas o en los días en los que el clima se hace pesado. Y es cumpliendo bien el propio deber que cada bautizado realiza su propia vocación a la santidad".
Finalmente el Papa aseguró a los presentes "mi cercanía espiritual y os imparto a cada uno de ustedes una especial Bendición Apostólica, que extiendo con afecto a vuestro familiares y seres queridos".