El Papa Benedicto XVI pidió una "solidaridad global más grande" para combatir tanto la pobreza material como el "subdesarrollo moral" que afecta al mundo, en su mensaje por la 62º Jornada Mundial de la paz que se celebra el 1 de enero de 2009 con el tema "Combatir la pobreza, construir la paz".
El Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, Cardenal Renato Martino, presentó el mensaje hoy en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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El Purpurado explicó que el mensaje papal "retoma y desarrolla el del Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz de 1993, que explicaba las conexiones y los condicionamientos recíprocos entre pobreza y paz".
Esta vez el Santo Padre "nos muestra cómo la lucha contra la pobreza y la paz se intersequen; un dato que constituye uno de los presupuestos más estimulantes para dar un enfoque cultural, social y político apropiado a las complejas temáticas ligadas al logro de la paz en nuestra época, caracterizada por el fenómeno de la globalización", indicó.
Asimismo, explicó que "el mensaje del Papa consta de dos partes, en las que el tema de la lucha contra la pobreza entra en relación con los diversos aspectos de la promoción de la paz. En la primera se tratan las implicaciones morales ligadas a la pobreza; en la segunda la lucha contra la pobreza se relaciona con la exigencia de una solidaridad global más grande".
Algunos pasajes
En su mensaje, Benedicto XVI afirma que "la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria".
"Combatir la pobreza implica considerar atentamente el fenómeno complejo de la globalización. Pero la referencia a la globalización debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos –personas, pueblos y naciones– se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad", advierte.
También recuerda las "pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, de pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico".
"Pienso, por una parte, en el llamado ‘subdesarrollo moral’ y, por otra, en las consecuencias negativas del ‘superdesarrollo’. Tampoco olvido que, en las sociedades definidas como ‘pobres’, el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos", indica.
El Papa también expresa su preocupación por "las enfermedades pandémicas, como por ejemplo, la malaria, la tuberculosis y el sida que, en la medida en que afectan a los sectores productivos de la población, tienen una gran influencia en el deterioro de las condiciones generales del país. Los países aquejados de dichas pandemias, a la hora de contrarrestarlas, sufren los chantajes de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida".
"Casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños. Cuando la familia se debilita, los daños recaen inevitablemente sobre los niños. Donde no se tutela la dignidad de la mujer y de la madre, los más afectados son principalmente los hijos", agrega.
El Santo Padre sostiene que "para guiar la globalización se necesita una fuerte solidaridad global, tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un ‘código ético común’, cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano".
"Situar a los pobres en el primer puesto comporta que se les dé un espacio adecuado para una correcta lógica económica por parte de los agentes del mercado internacional, una correcta lógica política por parte de los responsables institucionales y una correcta lógica participativa capaz de valorizar la sociedad civil local e internacional. En particular, la sociedad civil asume un papel crucial en el proceso de desarrollo, ya que el desarrollo es esencialmente un fenómeno cultural y la cultura nace y se desarrolla en el ámbito de la sociedad civil", advierte.
"Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo. La comunidad cristiana no dejará de asegurar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad", señala.
Puede leer el mensaje completo en: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=215