El Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano, señaló que los derechos humanos "no pueden ser contenedores que según los momentos históricos, culturales y políticos se llenan de significados y elementos diversos". Su raíz común, precisó, está en la ley natural que, como dijo el Papa Benedicto XVI en su discurso a la ONU, "está inscrita en el corazón del hombre".
Según informa la agencia italiana SIR, en su intervención esta tarde en Roma el congreso por el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Cardenal Bertone advirtió que "hoy, frente a un preocupante cuadro global que es primero que nada reflejo de estructuras económicas que no responden a los valores del hombre, los derechos fundamentales parecen depender de anónimos mecanismos sin control y de una visión que se repliega en el pragmatismo del momento".
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Seguidamente el Secretario de Estado indicó que "es la universalidad de la persona" lo que hace que los derechos humanos sean universales para así evitar "aplicaciones parciales o visiones relativas".
La falta de ellos genera, dijo luego, "que con frecuencia hayan tantas instituciones y funciones de autoridades, que dan como fruto la disgregación de la unidad de la persona en torno a la cual se piensa proclamar derechos diversos, construir espacios amplios de libertad que se mantienen sin fundamentos antropológicos".
Tras resaltar la atención que la Iglesia siempre ha dispensado al hombre y a todos sus derechos, el Cardenal Bertone precisó, en cuanto a la libertad religiosa que "el objeto de este derecho no es el contenido intrínseco de una determinada fe religiosa sino el grado de garantizar la inviolabilidad de un espacio humano en el que cada creyente y la comunidad en la que se expresa la propia fe sean libres de actuar, sin presiones externas".
El Purpurado también explicó que "defender los derechos fundamentales" como la vida, la familia, la educación y la libertad religiosa, "significa no confundirlos con simples y con frecuencia limitadas necesidades contingentes. Incluso una vez reconocidos y plasmados en eventuales convenciones, los derechos humanos siempre tienen la necesidad de ser defendidos" y "respetar y promover los derechos fundamentales será un modo concreto a través del cual se pueda contrastar las formas, diferentes y difundidas, de abandono de lo que depende el orden moral en las relaciones sociales".
Para el Cardenal Bertone "siempre es difícil preveer una tutela de los derechos, eficaz y universal, sin una conciencia de aquella ley natural que fecunda los derechos mismos y es la antítesis de aquella degradación que hace que nuestra sociedad" ponga en discusión "la ética de la vida y la procreación, del matrimonio y la vida familiar, la educación y la formación de las jóvenes generaciones, introduciendo únicamente una visión individualista sobre la que arbitrariamente nuevos derechos son mejor precisados en el contenido y en la lógica jurídica".
Finalmente, el Cardenal dijo que la Declaración de 1948, en la que la Iglesia vio "un signo de los tiempos", es un "punto de llegada. Debe ser siempre además un punto de partida" en cuanto está "llamada no solo a defender la libertad y sus reglas, sino también a impedir que pueda degenerar en la negación del primado del ser humano".