Al recibir este mediodía a los docentes y estudiantes de la Universidad de los Estudios de Parma (Italia), el Papa Benedicto XVI resaltó que "toda auténtica reforma", incluida la universitaria, "debe ser primero que nada espiritual y moral, debe entonces partir de las conciencias".
Al iniciar su discurso, el Santo Padre puso como ejemplo a los miembros de esta Casa de Estudios a San Pedro Damián, considerado uno de los grandes "reformadores" de la Iglesia alrededor del año mil, cuya síntesis de intensa vida eremítica y eclesial es modelo para quienes participan de la vida universitaria.
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"Quienes, como ustedes, se dedican a los estudios a nivel superior –toda la vida o en la edad juvenil– no pueden no sentirse interpelados por esta heredad espiritual de San Pedro Damián. Las nuevas generaciones son fuertemente expuestas a un doble riesgo, debido básicamente a la difusión de las nuevas tecnologías informáticas: de una parte, el peligro de ver siempre más reducida la capacidad de concentración y de aplicación mental en el plano personal; y de otra, el aislarse individualmente en una realidad siempre más virtual".
"Así –precisó el Papa– la dimensión social se parte en miles de fragmentos, mientras que la personal se repliega sobre sí misma y tiende a cerrarse a relaciones constructivas con el otro y el distinto a uno. La universidad, en cambio, por su naturaleza vive del virtuoso equilibrio entre el momento individual y el comunitario, entre la búsqueda de la reflexión de cada uno y el compartir y el diálogo abierto a los otros en un horizonte tendencialmente universal".
El Pontífice señaló luego que ante las incertidumbres de nuestra época, "los estudios académicos deben contribuir a calificar el nivel formativo de la sociedad, no solo en el plano de la investigación científica estrictamente sino también en el más general, en ofrecer a los jóvenes la posibilidad de madurar intelectual, moral y civilmente, confrontándose con los grandes interrogantes que interpelan la conciencia del hombre contemporáneo".
Benedicto XVI precisó luego que "las modificaciones estructurales y técnicas son efectivamente eficaces si van acompañadas de un serio examen de conciencia de parte de los responsables en todos los niveles, pero más en general de cada docente, de cada estudiante, de cada empleado técnico y administrativo" con vistas a la "reforma universitaria" de la que se habla actualmente.
"Si se quiere un ambiente humano mejor –prosiguió– en calidad y eficiencia, lo primero que debe suceder es que cada uno comience con reformarse a sí mismo, corrigiendo lo que puede dañar el bien común u obstaculizarlo de algún modo".
Asimismo, el Papa explicó que junto a la necesidad de la reforma espiritual en la universidad, es necesario también tener en cuenta a la libertad: "libertad de enseñanza, libertad de investigación, libertad de la institución académica frente a los poderes económicos y políticos". "Eso no significa aislamiento de la universidad de la sociedad, ni auto-referencialidad, mucho menos en la persecución de intereses privados aprovechando los recursos públicos. ¡Esta no es la libertad cristiana!", precisó.
Por ello, precisó, "verdaderamente libre, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia, es la persona, la comunidad o institución que responde plenamente a la propia naturaleza y fin; y la vocación de la universidad es la formación científica y cultural de las personas para el desarrollo de la entera comunidad social y civil".
Finalmente, el Papa pidió la intercesión de "San Pedro Damián y a la Santa Virgen María, para que los acompañen también con mi bendición, que imparto a todos ustedes, sus colegas y vuestros seres queridos".