Al presidir la Eucaristía con la que se inició la 96º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), el Presidente de este organismo y Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Bergoglio, exhortó a los obispos a actuar con mansedumbre sacerdotal, y recordó esta actitud "congrega, se hace acogedora, atrae, pacifica, armoniza, deja crecer, sabe esperar los tiempos de Dios para cada uno".
"La mansedumbre que le pide San Pablo al sacerdote no se confunde con una permisividad indolente que se transforma en 'laissez-faire' (dejen hacer) soberano; no es la búsqueda de la paz a cualquier precio, pues el corazón irenista que procede así está lleno de ansiedades y miedos, es cobarde; tampoco se trata de timidez natural o temperamental que se acoquina en un aura de 'beatitud psicológica' no haciéndose cargo de las tormentas que debe enfrentar para defender y hacer crecer el rebaño", subrayó.
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Por el contrario, el Purpurado precisó que "la mansedumbre sacerdotal es fuerte, no negocia la verdad, no mistifica el corazón del pastor, es valiente y entrañablemente conductora".
"El pastor –continuó– conduce con y a través de su mansedumbre, y –precisamente desde esta virtud– también fortalece la doctrina y corrige los errores, porque la mansedumbre lo custodia 'firmemente adherido a la enseñanza cierta, la que está conforme a la norma de la fe, para ser capaz de exhortar en la sana doctrina y refutar a los que la contradicen'".
El Cardenal Bergoglio también dijo que "la mansedumbre sacerdotal se forja y se manifiesta, fundamentalmente, en las contradicciones que debe soportar y sufrir el pastor y en la constancia con que las sobrelleva", e indicó que esa virtud "expresa y se acentúa aún más el trabajo de mediador propio del sacerdote".
"Hay algo, en la figura del mediador, que llama la atención: siempre pierde. En esto se diferencia del intermediario, que siempre gana o procura ganar. El intermediario medra a costilla de las partes: es un 'minorista' que gana con la transferencia de bienes, un comisionista. En cambio el mediador se entrega a sí mismo, se desgasta a sí mismo, para unir a las partes, para consolidar el cuerpo de la Iglesia", explicó.
Finalmente el Arzobispo resaltó que "en esta celebración eucarística intercedamos unos por otros para que arraigue en nuestro corazón sacerdotal la humilde mansedumbre que nos unge padres, nos hace fecundos, pacientes y despojados intercesores, con las manos en alto orando por nuestro pueblo y el corazón abierto para la acogida cordial".