Al recibir esta mañana a la nueva Embajadora de Filipinas ante la Santa Sede, Cristina Castañer-Ponce Enrile, el Papa Benedicto XVI destacó que la Iglesia desea compartir la riqueza de su Doctrina social para beneficio del mundo entero.
En el discurso que pronunció al recibir las cartas credenciales de la nueva embajadora, el Santo Padre destacó que "la Santa Sede busca comprometer al mundo en un diálogo que promueva los valores universales que emergen de la dignidad humana y que le permitan avanzar a la humanidad en el camino de comunión con Dios y los hermanos". Por ello, explicó, "la Iglesia Católica está dispuesta a compartir la riqueza del mensaje social del Evangelio, para lo que anima los corazones con una esperanza para el cumplimiento de la justicia y el amor que hace que todos los hombres y mujeres sean verdaderamente hermanos y hermanas en Cristo Jesús".
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Tras comentar que "Ella cumple esta misión con plena conciencia de la respectiva autonomía y competencia de la Iglesia y el Estado", Benedicto XVI precisó que "podríamos decir que la distinción entre la religión y la política es un logro específico de la Cristiandad y una de sus contribuciones fundamentales y culturales. La Iglesia está también convencida de que el Estado y la religión están llamados a apoyarse el uno al otro ya que ambos sirven juntos al bienestar personal y social de todos".
Seguidamente señaló que "esta armoniosa cooperación entre la Iglesia y el Estado requiere líderes eclesiales y civiles que cumplan sus deberes públicos con incansable preocupación por el bien común. Cultivando un espíritu de honestidad e imparcialidad, y manteniendo a la justicia como una meta, los líderes civiles y eclesiales se ganan la confianza de las personas y generan un sentimiento de responsabilidad compartida en todos los ciudadanos para promover una civilización del amor".
Por esa razón, continuó el Papa, "todo debe estar motivado por el deseo de servir antes que obtener beneficios personales o privilegiar a unos pocos. Todos comparten la tarea de fortalecer las instituciones públicas de modo que se salvaguarden de la corrupción, del activismo y el elitismo. Al respecto, es alentador ver muchas iniciativas tomadas en distintos niveles en la sociedad filipina para proteger al débil, especialmente al no nacido, los enfermos y los ancianos".
El Pontífice se refirió después a la reunión del Foro Mundial sobre la Migración y el Desarrollo celebrada recientemente en Manila, y observó que las iniciativas de ese tipo son siempre fructuosas "cuando consideran la inmigración un recurso para el desarrollo y no un obstáculo. La política nacional e internacional encaminada a la regulación de la inmigración debe basarse en criterios de equidad y equilibrio. Hay que prestar también una atención particular a la reunificación de las familias, favoreciendo al mismo tiempo las iniciativas que promuevan oportunidades de trabajo en los lugares de origen".
El Papa también destacó la aprobación en Filipinas de una reforma agraria general "con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los más pobres", ya que medidas como estas "benefician a la sociedad, inculcando el sentido de la responsabilidad común y estimulando la iniciativa individual, y hacen posible que una nación se autoabastezca y amplíe además su participación en los mercados internacionales". El Papa auspició que las medidas aprobadas lleven a "la justa distribución de la riqueza y al desarrollo sostenible de recursos naturales" para que los agricultores filipinos ganen lo necesario para mantener a sus familias".
Finalmente el Santo Padre dijo que "a la luz del Evangelio, la Iglesia Católica ha estado siempre convencida de que la mejora de las condiciones humanas no se limita a la dimensión puramente económica o tecnológica, sino que implica el acceso a la cultura, el respeto de la vida y la dignidad de otros, y el reconocimiento del bien más alto: Dios, el autor y el final de esas bendiciones".