A las 9.30 (hora local) el Papa Benedicto XVI presidió la Santa Misa en la Basílica de San Pedro junto a los Padres Sinodales como conclusión de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, realizada en el Vaticano del 5 al 26 de octubre bajo el tema “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”.
En su homilía, el Pontífice reflexionó sobre la centralidad del amor en la vida cristiana, recordando que el verdadero amor a Dios, y de consecuencia el amor al prójimo, brota del conocimiento íntimo de Cristo y de la escucha dócil a la Palabra de Cristo.
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“En el amor se resume toda la Ley divina”, dijo el Papa al inicio de su homilía comentando el Evangelio hodierno. El Papa hizo notar que ante la pregunta sobre el mandamiento más grande, se deja “trasparentar la preocupación, presente en la antigua tradición judaica, por encontrar un principio unificador de las varias formulaciones de la voluntad de Dios”, pregunta ante la cual Jesús no duda en responder con prontitud: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda tu mente”.
El Papa hizo notar que en esta respuesta se ve “la proclamación del amor íntegro y total que se debe a Dios en cuanto único Señor. El acento se pone sobre la totalidad de este amor a Dios, enlistando las tres facultades que definen al hombre en sus estructuras psicológicos profundas: corazón, alma y mente”.
El Santo Padre resaltó también la continuación de la respuesta de Jesús: “El segundo es parecido al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, explicando que de este modo queda claro que “el ser discípulo de Cristo es poner en práctica los enseñanzas, que resumen en el mandamiento del amor”.
“También la primera Lectura, del libro del Éxodo, insiste en el deber del amor; un amor testimoniado concretamente en las relaciones entre las personas: deben ser relaciones de respeto, de colaboración, de ayuda generosa”, continuó el Papa, mientras que en la segunda Lectura lo hace ver a modo de “concreta aplicación del sumo mandamiento del amor… San Pablo escribe a los Tesalonicenses haciéndoles entender que si bien los conoce poco, los aprecia y lleva con afecto en el corazón”
También hizo notar que si bien “no faltan las debilidades y dificultades en aquella comunidad fundada recientemente, el amor lo supera todo, todo lo renueva, todo lo vence: el amor de quien consciente de sus propios límites sigue dócilmente las palabras de Cristo, divino Maestro… el amor al prójimo nace de la escucha dócil a la Palabra divina. ¡Qué importante es entonces escuchar la Palabra y encarnarla en la existencia personal y comunitaria!”
Dirigiéndose a los participantes del Sínodo, Benedicto XVI afirmó: “Llevamos con nosotros la renovada consciencia de que la tarea prioritaria de la Iglesia, al inicio de este nuevo milenio, es sobre todo nutrirse de la Palabra de Dios, para hacer más eficaz el compromiso de la nueva evangelización. Es necesario que esta experiencia eclesial llegue a cada comunidad; es necesario que se comprenda la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada porque solo así se hace creíble el anuncio del Evangelio, no obstante las fragilidades que marcan a las personas. Esto exige en primer lugar un conocimiento más íntimo de Cristo y una escucha cada vez más dócil de su palabra”.
Más adelante Su Santidad llamó la atención de cuantos “creen haber comprendido las Escrituras, o al menos una parte de estas, sin comprometerse a construir mediante su inteligencia, el amor a Dios y al prójimo, en realidad demuestra estar lejos del haber aprehendido el sentido profundo de estas”.
Citando el Concilio Vaticano II el Papa afirmó que “es necesario que los fieles tengan acceso a la Sagrada Escritura para que estos, encontrando así la verdad, puedan crecer en el auténtico amor. Se trata de un requisito indispensable para la evangelización”, y ante el subjetivismo y arbitrariedad manifestó también la indispensabilidad de “una promoción pastoral robusta y creíble del conocimiento de la Sagrada Escritura para anunciar, celebrar y vivir la Palabra en la comunidad cristiana, dialogando con las culturas de nuestro tiempo, poniéndose al servicio de la verdad y no de ideologías e incrementando el dialogo que Dios quiere tener con todos los hombres”.
“El lugar privilegiado donde resuena la Palabra de Dios, que edifica la Iglesia, es sin lugar a dudas la liturgia. En esta se ve que la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo; una herencia, un testamento entregado a los lectores para que actualicen en su vida la historia de la salvación testimoniada en cuanto está escrito. El pueblo no subsiste sin el Libro, porque en este se encuentra su razón de ser, su vocación, su identidad”, concluyó el Santo Padre.