El Arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, relata lo que sucedió el día 16 de octubre de 1978, hace 30 años, cuando los cardenales eligieron a Juan Pablo II. Explica, por ejemplo, que cuando el "Cardenal Pericle Felici pronunció, en latín, el nombre Carolum me di cuenta que estaba por suceder lo impensable".
En un artículo publicado por L'Osservatore Romano escrito por Giampaolo Mattei, titulado "La Iglesia del silencio comenzaba a hablar", el Purpurado explica que él también estaba en la Plaza de San Pedro y que el Cardenal Felici "luego dijo: Wojtyla. Grité de alegría antes de quedar petrificado porque no estaba acompañado de mi Obispo que se había convertido en Papa".
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Luego de comentar que más de uno en la Plaza pensó que el nuevo Papa era africano, por lo complicado del apellido de Juan Pablo II, el Cardenal Dziwisz comenta cómo el protocolo establece que antes de pronunciar palabra, el nuevo Pontífice debe bendecir en latín y cómo el Papa polaco eligió dirigirse primero en italiano a los fieles en un saludo que se convirtió en histórico: "Me han llamado de un país lejano… si me equivoco me corrigen".
También relata cómo Juan Pablo II, recién elegido Papa, se preguntaba "¿Cómo me acogerán los romanos, qué cosa dirán de un Papa venido de un país lejano? ¿Cómo acogerán a un Pontífice extranjero luego de los bellísimos e importantes pontificados del novecientos?"
El Cardenal Dziwisz cuenta cómo el Papa "me confió su preocupación por Roma cuando lo vieran, venciendo la emoción al aparecer por primera vez vestido de blanco. Me dijo también que apenas se apareció ante ellos se sentía seguro porque en la acogida de la gente en la Plaza de San Pedro había percibido un sentimiento de esperanza. Añadió que mirar la plaza lo había reforzado en la conciencia de ser Papa en cuanto Obispo de Roma".
"En resumen, entre el Papa polaco y Roma hubo un amor a primera vista. Estaba muy feliz y cuando, a través de los años, volvía con el pensamiento a su preocupación inicial lo hacía para sentirse más que nunca 'romano de Roma'", precisa.
Seguidamente el Cardenal relata que esa noche "no me quedé en el Vaticano sino que volví al Colegio polaco. No cerré los ojos. Durante toda la noche me quedé escuchando las noticias en la radio sobre como la elección del Cardenal de Cracovia era acogida, sobre todo el Polonia. Me di cuenta de que la Iglesia del silencio comenzaba a hablar a través de la boca del Papa".
En cuanto a Juan Pablo II, explica, "no se dejó llevar del frenesí. Cenó con los cardenales, luego se retiró al departamento que le era asignado para el cónclave, junto al del Secretario de Estado. La compartía con el Cardenal Corrado Ursi. Se puso a escribir de puño y letra, en latín, el discurso programado para la Misa del día siguiente" en la que pediría al mundo que "no tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo".
Luego de contar que aún conserva el manuscrito de aquella homilía, el Cardenal Dsiwisz se refiere al mensaje de libertad que dio en esta histórica homilía, y como lo que buscaba el Papa era indicarle a las personas "la verdad de Cristo para infundir en la gente un sentido de libertad interior. Y este estímulo a la libertad le ha dado a los pueblos la fuerza de cambiar, de luchar contra sistemas represivos, políticos y económicos. Esta invitación a no tener miedo ha generado una revolución extraordinaria, sin derramamiento de sangre. Ha contribuido a derrumbar los muros y ha puesto en discusión la lógica de la guerra fría, querida por las grandes potencias nucleares".
Tras precisar que todo esto no era estrategia política ni de ideologías "sino del Evangelio", el Purpurado destaca que lo que el Papa quería "era que la Iglesia estuviera allí donde estaba el hombre".
"Mi experiencia me dice que la gente no lo buscaba tanto a él, sino a la persona de Dios de la que daba testimonio. Y revelo otro secreto: no se puede comprender a Juan Pablo II excluyendo la oración y su relación con la Palabra" y añade "no estaba nunca tranquilo en la búsqueda de palabras y nuevos modos para anunciar a Cristo. Así cuando no seguía el protocolo no era por una búsqueda de popularidad sino que era un sistema para testimoniar el amor de Dios".
Finalmente, el Cardenal Dziwisz recuerda que él también celebró un aniversario el 8 de octubre, pues ese día en 1966 el entonces Arzobispo de Cracovia le pidió ser su secretario personal y que debía pensar su nueva tarea de inmediato.
El Arzobispo subraya que "ese día aprendí a estar cerca de él. Lo hice durante 39 años, primero en Cracovia luego en Roma. He visto mi ropa manchada de su sangre, el 13 de mayo de 1981. Y he vuelto a pensar en las palabras que escribió para San Estanislao, Patrono de Polonia: si la palabra no ha convertido, será entonces la sangre la que convierta. Siempre estuve cerca de Karol Wojtyla. Yo, sacerdote acariciado por un don y un misterio".