Al celebrar esta mañana en la Basílica de San Pedro una Misa por el 50 aniversario del fallecimiento de Pío XII, ocurrida el 9 de octubre de 1958, el Papa Benedicto XVI expresó su deseo para que este Pontífice, que salvó de la muerte a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y estableció las bases teológicas para el Concilio Vaticano II, sea prontamente beatificado.
"Mientras rezamos para que prosiga positivamente la causa de beatificación del Siervo de Dios Pío XII es hermoso recordar que la santidad fue su ideal, un ideal que no dejó de proponer a todos", dijo el Papa en la Eucaristía concelebrada por los obispos que participan del Sínodo en el Vaticano.
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Refiriéndose al tiempo en el que el Papa Pacelli fue Nuncio Apostólico en Alemania hasta 1929, Benedicto XVI recordó que allí Pío XII "dejó tras de sí un grato recuerdo, sobre todo por haber colaborado con Benedicto XV en el intento de parar 'la masacre inútil' de la I Guerra Mundial y por percatarse desde sus orígenes del peligro de la monstruosa ideología nacionalsocialista, con su perniciosa raíz antisemita y anticatólica".
Seguidamente el Santo Padre señaló que Pío XII había sido "creado Cardenal en 1929, poco después pasó a ser Secretario de Estado y durante nueve años fue colaborador fiel de Pío XI en una época caracterizada por los totalitarismos: fascista, nazi y comunista soviético, condenados respectivamente en las encíclicas Non abbiamo bisogno, Mit Brennender Sorge y Divini Redemptoris".
Tras precisar que en los años más difíciles de su pontificado durante la Segunda Guerra Mundial, Pío XII siempre se aferró a Cristo, Benedicto XVI explicó que "esta certeza acompañó a Pío XII en su ministerio de Sucesor de Pedro, iniciado cuando se cernían sobre Europa y el resto del mundo las nubes amenazadoras de un nuevo conflicto mundial que intentó evitar con todos los medios: 'Inminente es el peligro, pero todavía queda tiempo. Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra', gritó en el mensaje transmitido por radio el 24 de agosto de 1939".
"La guerra evidenció el amor que nutría por su 'amada Roma', atestiguado por la intensa obra de caridad que promovió en defensa de los perseguidos, sin distinción alguna de religión, de etnia, de nacionalidad o de pertenencia política. ¿Cómo olvidar el mensaje de radio transmitido en la Navidad de 1942? Con voz rota por la conmoción deploró la situación de 'cientos de miles de personas que, sin culpa alguna, a veces solo por razones de nacionalidad o de estirpe, están destinadas a la muerte o a una depauperación progresiva', con una clara alusión a la deportación y al exterminio perpetrado contra los judíos", relató el Santo Padre.
El Pontífice subrayó luego como Pío XII "actuó a menudo en secreto y en silencio precisamente porque a la luz de las situaciones concretas de ese momento histórico tan complejo, intuía que solo de esa forma podía evitar lo peor y salvar el mayor número posible de judíos".
Enseñanza teológica
Benedicto XVI se refirió luego a la trascendental importancia y actualidad de la enseñanza teológica de Pío XII resumida en sus 43 encíclicas, que hicieron que el Papa Pablo VI lo considerara "un precursor del Concilio Vaticano II".
El Pontífice recordó la encíclica Mystici Corporis y la Divino afflante Spiritu, "que establecía las normas doctrinales para el estudio de la Sagrada Escritura, poniendo de relieve su importancia y su papel en la vida cristiana. Se trata de un documento que testimonia una gran apertura a la investigación científica sobre los textos bíblicos".
También se refirió a la encíclica Mediator Dei, dedicada a la liturgia, con la que "el Siervo de Dios dio un impulso al movimiento litúrgico, insistiendo en el 'elemento esencial del culto', que 'debe ser el interno: es necesario vivir siempre en Cristo, dedicarse todo a Él, para que en Él, con Él y por Él se dé gloria al Padre".
Tras resaltar "el impulso notable que este pontífice imprimió en la actividad misionera de la Iglesia con las encíclicas Evangelii praecones y Fidei donum", el Papa remarcó que "una de sus constantes preocupaciones pastorales fue la promoción del papel de los laicos, para que la comunidad eclesial pudiese usar todas las energías y recursos disponibles. También por este motivo, la Iglesia y el mundo tienen que agradecérselo".
Finalmente Benedicto XVI recordó que en 1950 Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen.
"En este mundo nuestro, que como entonces está asediado por preocupaciones y angustias por su futuro, en este mundo, donde quizá más que antes, el alejamiento de muchos de la verdad y de la virtud deja entrever escenarios sin esperanza, Pío XII nos invita a dirigir la mirada a María asunta en la gloria celestial", concluyó.
Al finalizar la Eucaristía, Benedicto XVI se dirigió a las grutas vaticanas para rezar ante la tumba del Papa Pacelli.