El Arzobispo de Québec y Relator General del Sínodo de los Obispos que se inició ayer en el Vaticano, Cardenal Marc Ouellet, destacó que la lectura asidua de la Palabra de Dios debe hacer que los fieles aviven la conciencia misionera de la Iglesia y proclamen con la palabra y el testimonio el Evangelio de Cristo.
En su intervención, conocida como la Relatio ante disceptationem que es el informe que precede al debate de los 224 padres sinodales presentes hoy, el Purpurado indicó que el objetivo del presente Sínodo es "especialmente pastoral y misionero. Consiste en la escucha conjunta de la Palabra de Dios con el fin de distinguir cómo el Espíritu y la Iglesia aspiran a dar una respuesta al don del Verbo encarnado por el amor de las Sagradas Escrituras y el anuncio del Reino de Dios a la humanidad entera".
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Seguidamente explicó que el Concilio Vaticano II remarcó la dimensión "dinámica y dialogal de la Revelación como comunicación personal con Dios" y que esta manera de aproximarse a la verdad de Dios debe penetrar "más en la conciencia de la Iglesia, su oración, y sus prácticas pastorales de la misma manera que en los métodos teológicos y exegéticos. El Sínodo debe proponer soluciones concretas para colmar las lagunas y poner remedio a la ignorancia de las Escrituras que se añade a las dificultades actuales de la evangelización".
Tras comentar que actualmente la fe y el ímpetu misionero de muchos creyentes se ha visto afectado por fenómenos como "la secularización, el pluralismo religioso, la globalización y la expansión de los medios de comunicación", el Purpurado dijo que "la Palabra de Dios escrita o transmitida es una palabra dialogal además de trinitaria. Se le ofrece al hombre a través de Jesucristo para introducirlo en la comunión trinitaria y hacerlo encontrar su identidad plena. Dios habla y, por este hecho, el hombre se configura como un ser interpelado. Hay que tener presente esta dimensión antropológica de la Revelación, ya que ésta juega un papel muy importante hoy en día en la hermenéutica de los textos bíblicos".
Tras afirmar que el pasaje de la Anunciación a la Virgen María "es el origen y el modelo insuperable de la auto-comunicación de Dios y de la experiencia de fe de la Iglesia" y que debe servir "como paradigma para comprender la identidad dialogal de la Palabra de Dios en la Iglesia", el Cardenal se refirió a las relaciones existentes entre la Escritura, la Tradición y el Magisterio; y señaló que a pesar de lo complejo de éstas, "el Espíritu Santo garantiza sin embargo la unidad del conjunto, sobre todo si se considera la dinámica responsorial e incluso nupcial de la Alianza".
"Al situar las funciones eclesiásticas de la Escritura, de la Tradición y del Magisterio dentro de una eclesiología mariana, estamos invitando a cambiar de paradigma, un paradigma en el que el acento pase de la dimensión ética a la dimensión personal de la Revelación. La figura arquetípica de María permite destacar la dimensión dinámica de la Palabra y de la naturaleza personal de la fe como un don de sí misma, invitando también a la Iglesia a permanecer bajo la Palabra y a estar disponible a la acción del Espíritu Santo".
Hablando luego de la Liturgia, el Relator General del Sínodo de los Obispos afirmó que el protagonista de ésta es "Cristo mismo, que se dirige a su pueblo y se ofrece a su Padre por un sacrificio de amor para la salvación del mundo. Aunque parezca que la Iglesia tiene un papel preponderante en la observancia de los ritos litúrgicos, en realidad cumple una función subordinada al servicio de la Palabra y de Él, que es quien habla. El eclesio-centrismo es ajeno a la reforma del Concilio".
Al hablar luego de la exégesis de las Escrituras, el Cardenal precisó que "nunca se insistirá demasiado en este punto, puesto que la crisis de la exégesis y de la hermenéutica teológica afecta profundamente a la vida espiritual del pueblo de Dios y su confianza en las Escrituras. Afecta también a la comunión eclesial, a causa del clima de tensión, con frecuencia malsano, entre la teología universitaria y el Magisterio eclesial. Ante esta delicada situación, y sin entrar en los debates de las escuelas, el Sínodo debe dar una orientación para purificar las relaciones y favorecer la integración de los conocimientos de las ciencias bíblicas y hermenéuticas en la interpretación eclesial de las Sagradas Escrituras"
En su intervención, el Purpurado canadiense subrayó también que "el corazón de la misión de la Iglesia es evangelizar. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad".
"Cuando el Espíritu habla a la Iglesia hoy recordándole las Escrituras, la está invitando a un nuevo testimonio de amor y de unidad, para que realce la credibilidad del Evangelio ante un mundo que es más sensible a los testigos que a los doctores. En consecuencia, el testimonio de la palabra de Dios exige discípulos misioneros que sean auténticos testigos del primado del amor sobre la ciencia", añadió.
Luego de resaltar la importancia del diálogo ecuménico e interreligioso, el Cardenal comentó que "más que una biblioteca para eruditos, la Biblia es un templo donde la Esposa del Cantar de los Cantares escucha las declaraciones del Amado y celebra sus besos. Esta perspectiva más dinámica que noética requiere una teología más contemplativa, radicada en la liturgia, en los Padres y en la vida de los santos, una exégesis practicada en la fe conforme a su objeto, y también una filosofía del ser y del amor".
Seguidamente indicó que esta perspectiva "nos abre a una lectura espiritual de la Biblia más fructuosa, a una interpretación eclesial de la Escritura y a una revitalización del diálogo misionero de la Iglesia bajo todas sus formas" y concluyó señalando que "la frecuentación más asidua de las Escrituras reavivará la conciencia misionera de la Iglesia y su amor al hombre, imagen de Dios con deseos de semejanza divina".