En un artículo titulado "Una reserva de agua subterránea" y publicado en L'Osservatore Romano, el miembro del Instituto de Francia, Alain Besançon, explica que la visita del Papa a Francia le ha mostrado al mundo que las raíces cristianas de este país siguen estando presentes y que los efectos de su "bautismo milenario" no se han extinguido.
Haciendo un paralelo del pedido de la Virgen de Lourdes a Santa Bernardette para que hiciera un agujero en el suelo seco, de donde se originaría una fuente que "no se extinguiría más", Besançon comenta que "en el terreno a primera vista muy seco y estéril de la Francia cristiana, la visita del Papa Benedicto XVI ha hecho surgir una reserva de agua subterránea cuya presencia ni se sospechaba, menos de su abundancia. Así son las cosas en la Iglesia: siempre inesperadas y sorprendentes".
Tras comentar el discurso del Presidente francés, Nicolás Sarkozy, sobre la "laicidad positiva" en la que Iglesia y Estado se separan sanamente pero no rechazan la interacción de ambas esferas y buscan el bien común, el miembro del Instituto de Francia alienta a que "este buen clima se instaure de modo duradero".
Besançon comenta luego que Benedicto XVI "siempre habló desde el punto de vista más alto. Algunos se han lamentado del hecho de que 'no era comprensible para todos', que el nivel era excesivo para el público. Pero justamente porque respetaba al público, porque tenía fe en la capacidad de comprensión de los hombres, en su razón, ha hablado así. Todas sus intervenciones han sido de alto tenor. Se dirigió del mismo modo a los muchachos y las muchachas en la Explanada de los Inválidos, a las multitudes en Lourdes, a los 'jóvenes' y los intelectuales invitados en los Bernardinos".
"A estos últimos –prosigue– les ha ofrecido una espléndida lección de historia del pensamiento monástico, culta, rica en citas. De parte de algunos de los invitados se advertía cierta perplejidad, porque no sabían que la teología pudiera llegar a tales alturas, y porque a ninguno le habían enseñado las bases. Estos intelectuales descubrieron que no lo eran tanto".
"En Lourdes el Papa estaba con el pueblo, los pequeños, los niños, los enfermos, los de la devoción espontánea y simple. Incluso a ellos les dirigió una enseñanza rigurosa, aunque también delante de estos hombres y mujeres el Papa le ha dejado hablar más libremente a su corazón".
Para Besançon, este modo de proceder del Pontífice "era más fácil porque se honraba a María, a quien el Papa ama por encima de todo, y a Bernadette. También explicó a los obispos que existen puntos, como la indisolubilidad del matrimonio, sobre los cuales no se puede dar ningún tipo de concesión".
Ahora que "la fiesta ha terminado", prosigue Besançon, "la Iglesia en Francia se encuentra frente a sí misma" con los desafíos que ya tenía antes. Sin embargo, precisa el miembro del Instituto de Francia, "la venida del Papa ha traído un gran ventarrón de aire fresco. No sabemos si la semilla esparcida por los sembradores germinará y madurará".
Luego comenta que hace falta "no perder la esperanza. Muchos bautizados no recuerdan más la fe, creen haberla perdido, pero de pronto descubren tenerla más de lo que creían".
"Del mismo modo, no se ha podido desaparecer completamente la fe del pueblo francés, pese a los esfuerzos obstinados de tantos enemigos o falsos amigos de la Iglesia. La venida del Papa ha revelado, con alegre estupor o asombro de parte de la opinión pública, que el bautismo milenario de Francia no se ha extinguido sus efectos", finaliza.