El Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, llamó a los sacerdotes a ser cercanos al pueblo fiel y evitar convertirse en "clérigos de Estado, funcionarios" que olvidan que pertenecen al pueblo de Dios para servirle.
"El pueblo fiel de Dios, al que pertenecemos, del que nos sacaron y al que nos enviaron tiene un especial olfato originado en el ‘sensus fidei’ para detectar cuándo un pastor de pueblo se va convirtiendo en clérigo de Estado, en funcionario", afirmó el Purpurado en su mensaje por el 5º Encuentro Nacional de Sacerdotes.
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El Cardenal Bergoglio señaló que "no es lo mismo que el caso del presbítero pecador: todos lo somos y seguimos en el rebaño. En cambio el presbítero mundano entra en un proceso distinto, un proceso –permítaseme la palabra– de corrupción espiritual que atenta contra su misma naturaleza de pastor, lo desnaturaliza, y le da un status diferenciado del santo pueblo de Dios".
Asimismo, al referirse al documento de Aparecida, recordó que la identidad del sacerdote "es su pertenencia al pueblo de Dios concreto". Sin embargo, advirtió que "lo que le quita o confunde su identidad es precisamente el aislamiento de su conciencia respecto de ese pueblo y su pertenencia a cualquier convocatoria de tipo gnóstico o abstracto, es decir la tentación de ser cristiano sin Iglesia".
El Cardenal Bergoglio añadió que "la actitud de servicio es una de las características que Aparecida pide a los sacerdotes". Explicó que esta "nace de la doble dimensión de discípulos enamorados y ardorosos misioneros" dedicados, especialmente, a "los más débiles y necesitados".
También se refirió al llamado a ser misericordiosos y a no perder la "conciencia de pecador", tan fundamental en el discípulo "y más si es presbítero", porque "nos salva de ese peligroso deslizarse hacia una habitual (y hasta diría normal) situación de pecado, aceptada, acomodada al ambiente, que no es otra cosa sino corrupción. Presbítero pecador sí, corrupto no".
En ese sentido, pidió a los sacerdotes ejercer correctamente el sacramento de la Reconciliación, evitando los extremos de la rigurosidad y la laxidad, pues con ninguno se logra "ser testigo del amor de misericordia que nos enseñó y nos pide el Señor porque ninguno de los dos se hace cargo de la persona".
"El rigorista lo remite (al fiel) a la frialdad de la ley, el laxista no lo toma en serio y procura adormecer la conciencia de pecado. Sólo el misericordioso se hace cargo de la persona, se le hace prójimo, cercano, y lo acompaña en el camino de la reconciliación", afirmó.