"La laicidad positiva, abierta, es una invitación al diálogo, la tolerancia y el respeto". Con esta frase pronunciada en el Elíseo junto a Benedicto XVI, que hoy realiza en París la primera etapa de su visita apostólica en Francia, el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha reafirmado su idea de laicidad en un país muy celoso de la estricta separación entre la Iglesia y el Estado. Además, el jefe del Estado galo ha asumido las "raíces cristianas de Francia".
"Al dedicar a París una de las etapas de vuestra visita honráis a Francia a través de un atributo que le es particularmente querido: su cultura, una cultura viva que hunde sus raíces entremezcladas en el pensamiento griego y judeo-cristiano", dijo dirigiéndose al Santo Padre.
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Sarkozy en primer lugar y Benedicto XVI a continuación pronunciaron sendos discursos ante un auditorio formado por la jerarquía eclesiástica francesa, miembros de las instituciones del Estado, movimientos juveniles y educativos, empresarios, sindicalistas, miembros de la comunidad científica y del mundo de las artes y las letras.
La "cara", según Sarkozy, de una Iglesia en Francia "diversa, moderna, que quiere poner toda su energía al servicio de la fe". Asimismo, entre los 150 invitados que acudieron a la recepción en la Sala de Fiestas del Elíseo figuraban representantes de otras religiones y tradiciones filosóficas y muchos franceses agnósticos o no creyentes.
"En la República laica que es Francia, todos os reciben con respeto, como líder de una familia espiritual cuya contribución a la historia del mundo y de la civilización no es ni contestable, ni contestada", continuó el presidente galo que hizo una defensa del papel de la religión en la sociedad y la democracia.
"La democracia no debe cortarse de la razón, no puede contentarse con descansar en la suma aritmética de los sufragios, ni sobre los movimientos apasionados de los individuos", dijo.
También es, según Sarkozy, "legítimo para la democracia y respetuoso con la laicidad" dialogar con las religiones que son "patrimonios vivos de reflexión y pensamiento, no sólo sobre Dios sino también sobre el hombre, la sociedad e incluso sobre la preocupación actual de la naturaleza".
"Sería una locura privarnos de ello, sencillamente una falta contra la cultura y contra el pensamiento. Por eso apelo a una laicidad positiva", sentenció. "En esta época de dudas, la laicidad positiva ofrece la posibilidad de dar sentido a nuestra existencia más allá de las creencias y los ritos", abundó.
"Respeto las religiones, todas. Conozco los errores que han cometido en el pasado y los integrismos que las amenazan, pero reconozco el rol que han tenido en la construcción de la humanidad. Conozco la importancia de las religiones para responder a la necesidad de esperanza de los hombres, y no la menosprecio. La búsqueda de la espiritualidad no es un peligro para la laicidad", insistió.
Por otro lado, mencionó la implicación de Francia para que Europa reflexione sobre la "moralización del capitalismo financiero" y dijo que los progresos de la ciencia en el área de la genética y la procreación plantean a las democracias "delicadas cuestiones de bioética" que no deben dejarse sólo en las manos de los expertos.