Este mediodía miles de personas se reunieron en la plaza central de Castelgandolfo para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI quien recordó que la figura de Jesús es fundamental para todo cristiano pues por él vale la pena dejarlo todo y siempre estará a nuestro lado.
“Cristo es el verdadero ‘tesoro’ por el cual vale la pena sacrificarlo todo; Él es el amigo que nunca nos abandona porque conoce las esperanzas más íntimas de nuestro corazón”, fue la exhortación que el Pontífice hizo extensiva a todos los cristianos al meditar el Evangelio hodierno.
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En efecto el Santo Padre hizo suyas la respuesta del Apóstol Pedro a la pregunta de Jesús sobre su propia identidad. “Jesús es el ‘Hijo del Dios vivo’, el Mesías prometido, venido a la tierra para ofrecer a la humanidad la salvación y para satisfacer la sed de vida y de amor que habita en todo ser humano”.
Más adelante el Papa hizo también una reflexión sobre la afirmación que hace Cristo ante las respuesta de Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”. “Es la primera vez que Jesús habla de la Iglesia, cuya misión es la realización del grandioso designio de Dios de reunir en Cristo a la humanidad entera en una única familia”.
“La misión de Pedro y de sus sucesores –continuó el Papa- es justamente la de servir a la unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos; su ministerio indispensable es lograr que ésta nunca se identifique con una sola nación o con una sola cultura, sino que sea la Iglesia de todos los pueblos para hacer presente entre los hombres, marcados por innumerables divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza renovadora de su amor”.
Ante tal responsabilidad el Papa se dirigió a los presentes diciendo: “Cada vez me doy más cuenta del compromiso y de la importancia del servicio a la Iglesia y al mundo que el Señor me ha confiado. Por esto pido a vosotros queridos hermanos y hermanas que me sostengan con vuestra oración para que, fieles a Cristo, juntos podamos anunciar y testimoniar su presencia e nuestro tiempo”.
Seguidamente el Santo Padre rezó el Ángelus, saludó en diversas lenguas a los presentes e impartió su Bendición Apostólica.