El Responsable del Área de Familia de la Comisión para Familia, Juventud y Laicos del Episcopado mexicano, Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, recordó que las Olimpiadas de Beijing (China) deben ser expresión de la belleza y promover la reconciliación, pero "desgraciadamente con frecuencia se advierten muchos intereses antideportivos en este tipo de acontecimientos"
La competencia deportiva es utilizada muchas veces como "bandera para competir por hegemonías ideológicas, políticas, sociales, culturales", o incluso para "el uso de substancias prohibidas con tal de obtener mayor rendimiento", lamentó el Prelado en un reciente mensaje por la inauguración de los Juegos Olímpicos.
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Tras señalar que "el evento es primordialmente deportivo y anhelamos que esté caracterizado por el espíritu de fraternidad y paz entre los pueblos", el Obispo indicó que "es motivador contemplar atletas que, en las variadas disciplinas, destacan en gracia, elasticidad, energía, entrega total", y también "da gozo disfrutar los frutos de un trabajo en equipo".
El también Obispo de Tehuacan, destacó que "el deporte es importante, pero como parte de un desarrollo integral y acompañado de valores" pues "mente sana en cuerpo sano". "Cuerpo sano en perspectiva de trascendencia, podemos decir también", agregó.
Asimismo, afirmó que "San Pablo, a principios de la era cristiana, convivió con experiencias atléticas famosas, que eran los Juegos Panhelénicos", de donde "nos inspira en la perspectiva de trascendencia a que nos motiva el deporte".
"¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible", dijo Mons. Aguilar citando a San Pablo.
Esta corona incorruptible "es el gozo con Dios para siempre", que "no se trata solamente del ‘más allá’, sino de la meta definitiva a la que se va llegando con metas intermedias en esta vida terrena", precisó.
"Con otras palabras, la meta definitiva del encuentro con Dios se alcanza con las metas intermedias del encuentro con los demás, por ejemplo en la unidad familiar, en la solidaridad con los marginados. Como el atleta se esmera por conseguir el premio, corramos también por defender la vida, la verdad, la justicia, la honestidad", concluyó el Prelado.