El diario oficioso del Vaticano, L'Osservatore Romano (LOR), rinde homenaje a uno de los intelectuales rusos más importantes y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1970, Alexander Solzhenitsin, cristiano ortodoxo que falleciera el domingo a los 89 años de edad y que sobreviviera a la crueldad de los campos de concentración de Rusia o gulags en donde murieron millones de personas; hecho que denunció a través de varias de sus obras literarias.
"Un día en la vida de Iván Denisovich" y "Archipiélago Gulag" son dos de las obras más conocidas de este importante pensador cristiano, con las que dio a conocer al mundo las barbaridades que se cometían en los gulags o campos de concentración en donde además de los presos políticos, murieron miles de sacerdotes y religiosos.
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En el artículo de LOR, el autor del mismo, Claudio Toscani, recuerda que Solzhenitsin nació en Kislovodsk, en el Cáucaso, el 11 de diciembre de 1918, en la víspera de la Revolución Rusa. Pese a su preferencia por la literatura, se recibió en Física y Matemática.
Cuando entre 1942 y 1943 se encontraba en Ucrania se escribe con su amigo Vitkevic y en ellas critica a Stalin. "La censura militar cumple su deber y el 9 de febrero de 1945, Alexander es arrestado y varios meses después es condenado a 8 años en los campos de concentración". Al terminar este durísimo periodo, explica Toscani, "una segunda vida se abrió ante él: la no menos ardua de la disidencia y la clandestinidad intelectual, que pasó por la expulsión de la patria".
Por aquellos años, Solzhenitsin escribiría: "éramos algunas decenas de cerrados y obstinados esparcidos por Rusia; y cada uno escribía, según lo que dictaban el honor y la conciencia, lo que sabía sobre nuestro tiempo, es decir lo que es la verdad esencial: no la constituyen únicamente las prisiones, los fusilamientos, las cárceles, la deportación. Llegado el momento emergeremos todos juntos de las profundidades marinas y así será reconstruida nuestra gran literatura que hemos expandido en el fondo del mar durante la Gran Revolución".
Toscani recuerda luego que entre 1973 y 1976 "Archipiélago Gulag" vería la luz. "Solzhenitsin colocó en dos mil quinientas páginas aquella forma de cárcel universal que era el sistema eliminativo de Stalin y sus afines en la primera mitad del último siglo. Prisiones de tránsito, cárceles de aislamiento político, campos de trabajo forzado, lugares de confinación y exilio interno, entre el círculo polar ártico, estepas del Caspio, Moldavia, Extremo Oriente y minas del oro siberiano: así era el Archipiélago, real e invisible al mismo tiempo; habitado por millones de ciudadanos soviéticos: aquí la verdad revelada en un libro que es al mismo tiempo narrativa y documental, un implacable j'accuse (yo acuso) coral contra las teorías y la práctica del terrorismo de masa, un grito de dolor lanzado por todos los hombres de la tierra".
Toscani resalta también que en sus últimos años, Solzhenitsin publicó un Diario; y una serie de artículos escritos entre 1967 y 2003, bajo el título "Bocetos del exilio", en el que auspicia "un moderno humanismo cristiano que salve Rusia, occidente y el mundo entero".
"Debemos construir un mundo moral. La nueva explosión de materialismo, convertido en capitalista, constituye una amenaza para todas las religiones", escribía Solzhenitsin, quien "no olvida la fe en el Dios que lo ha salvado de la prisión, en cuerpo y alma, preservándolo en la fe en la historia y en el convencimiento de un designio superior, por el cual vale la pena estar en el mundo".
"Si una actualidad perdura en el nombre de Solzhenitsin, esa es una actualidad espiritual", finaliza Toscani.