Este mediodía miles de fieles se dieron cita en la plaza del Duomo en Bressanone, norte de Italia, para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias a la oración mariana recordó la fundamental figura del Siervo de Dios Pablo VI, quien en su obra enfatizó que en el centro de todo está siempre y solamente Jesucristo.
El Pontífice agradeció a todos los presentes por “reunirse para la tradicional cita de la oración mariana del Ángelus” y destacó en modo particular la “exquisita hospitalidad” agradeciendo también “a las Autoridades, a las Fuerzas del orden y a cuantos en modo diverso están involucrados en asegurarme una permanencia segura y tranquila en esta ciudad y en esta tierra, a la que estoy particularmente unido y afeccionado”.
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Extendió también su saludo “a cada familia, con una bendición especial para los niños, para los enfermos, por cuantos pasan por momentos de dificultad. Recuerdo –continuó- a cada uno de vosotros en la cotidiana Celebración eucarística”.
Pidiendo una mayor atención y recogimiento, Su Santidad invitó a los presentes a “recordar juntos al fiel Siervo de Dios Papa Pablo VI, de quien dentro de tres días conmemoraremos el 30º aniversario de su muerte. Cual supremo Pastor de la Iglesia, Pablo VI guió al pueblo de Dios a la contemplación del rostro de Cristo, Redentor del hombre y Señor de la historia”.
“Justamente –prosiguió- la amorosa orientación de la mente y del corazón hacia Cristo fue uno de los puntos cardinales del Concilio Vaticano II. Al centro de todo está siempre y solamente Cristo: al centro de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, en el corazón de la Iglesia, del mundo y de todo el universo”.
El Santo Padre hizo notar que “la Divina Providencia llamó a Giovanni Battista Montini de la Cátedra de Milán a la de Roma en el momento más delicado del Concilio. ¿Cómo no agradecer al Señor por su fecunda y valerosa acción pastoral? Podemos decir con el apóstol Pablo que la gracia de Dios en él “no fue vana”: hizo valer sus dotes de gran inteligencia y su apasionado amor por la Iglesia y por el hombre”.
El Papa concluyendo invocó “la maternal intercesión de María para que nos obtenga el ser fieles a las enseñanzas y al testimonio de santidad de este inolvidable Pontífice”.
Seguidamente el Papa rezó el Ángelus dominical, saludó en diversos idiomas a los presentes e impartió su Bendición Apostólica.