Este lunes, en la parroquia Nuestra Señora de las Victorias de Buenos Aires, el Obispo Auxiliar, Mons. Oscar Vicente Ojea, presidió una Misa en memoria del Siervo de Dios Don Antonio Solari, un laico argentino cuyo proceso de beatificación ha sido introducido desde hace algunos años.
La Eucaristía fue convocada por la Sociedad de San Vicente de Paúl con motivo del 63º aniversario del tránsito del "apóstol de la caridad" y fundador de la Conferencia Vicentina de Jóvenes en ese templo, donde descansan sus restos.
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Antonio Solari es uno de los laicos más ejemplares del siglo XX en la región. Su familia emigró a la Argentina desde Chiávari, cerca de Génova (Italia) el 29 de enero de 1861 cuando Antonio tenía unos cinco años. Debido a la muerte de su padre y a la enfermedad de su hermano mayor debió encargarse de su familia; renunciando así a su gran aspiración de entrar en el Seminario y abrazar el sacerdocio.
El entonces Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Federico Aneyros, ofreció al entonces joven Antonio Solari la Colecturía de Rentas en la Curia, oficio que desempeñó por casi sesenta años. Otros obispos le encomendaron asuntos delicados de la economía de la propia diócesis y en 1934 integró como vicetesorero la Comisión Organizadora del 32 Congreso Eucarístico Internacional.
En 1883 llegaron a Buenos Aires los cinco primeros Padres Redentoristas, que establecieron la Capilla de Nuestra Señora de Las Victorias. El Arzobispo se los encomendó a Solari; quien no sólo trabó amistad con ellos, sino que se convirtió en un activo colaborador de su apostolado.
La vida de Don Antonio transcurría en su casa, en la Curia, en Las Victorias o por las calles conversando con adultos jóvenes orientándolos hacia la fe, la reconciliación y la vida cristiana; así como visitando y atendiendo a los necesitados.
En una época de marcado laicismo, Don Antonio colmaba el templo para las Misas de Comunión pascual, convocando a estudiantes secundarios y universitarios a "la Misa del Estudiante" cada 11 de noviembre.
Solari colaboró en la fundación de los Círculos Católicos de Obreros con el Padre Federico Grotte y el Patronato de Aprendices del mismo Círculo. Tomó a su cargo la enseñanza catequística a los presos de la Cárcel Correccional, así como la enseñanza de primeras letras a obreros y a niños. Colaboró eficazmente a la Obra de Matrimonios Cristianos del Padre Kráemer, dio asilo a familias de obreros inválidos a través del "Hogar Vicentino"; y su gran obra fue el impulso de la Conferencia Vicentina, que inspirada en el ejemplo de caridad de San Vicente de Paúl, ayudó a convertir a la fe, piedad y caridad activa a cristianos indiferentes y mundanos de la capital argentina. En las reuniones, orientaba y enriquecía espiritualmente al grupo y los llevaba a visitar las casas y tugurios de los necesitados para prestarles ayuda y consuelo espiritual.
Diversas dolencias, que sobrellevó con espíritu oblativo, fueron minando su salud hasta entregar su alma al Padre el 14 de julio de 1945.
Los redentoristas argentinos han introducido su proceso de beatificación. El Papa Pío XII lo llamaba afectuosamente "el santo de saco y corbata".
La Sociedad San Vicente de Paúl ha iniciado así los preparativos por los 150 años de su presencia en la Argentina.