El Papa Benedicto XVI abrió en la Audiencia General de hoy un nuevo ciclo de catequesis dedicado a San Pablo, y meditó sobre el aporte del Apóstol de las Gentes para la evangelización del mundo actual.
En la primera Audiencia General del "Año Paulino", inaugurado el pasado 28 de junio y que concluirá el 29 de junio de 2009, el Santo Padre aseguró que San Pablo es "ejemplo de dedicación total al Señor y a su Iglesia y de gran apertura a la humanidad y sus culturas. Para comprender lo que tiene que decir a los cristianos de hoy, consideraremos ante todo el ambiente en que vivió y actuó, que bajo muchos aspectos no es muy distinto al nuestro".
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Desde el Aula Pablo VI ante unas ocho mil personas, el Santo Padre aseguró que "el apóstol Pablo es un paradigma de primer plano" para el cristianismo en general, "de quien todos tenemos todavía tanto que aprender y este es el objetivo del Año Paulino: aprender de San Pablo, la fe, Cristo. Aprender finalmente el camino para una vida justa".
El Pontífice explicó que el Apóstol de las Gentes procedía "de una cultura precisa y circunscrita, ciertamente minoritaria, que es la del pueblo de Israel y su tradición, que se distinguía netamente del ambiente circundante. Esto tenía dos resultados: o la burla, que podía desembocar en la intolerancia, o la admiración".
Por otra parte, destacó los dos factores favorecieron el empeño de Pablo: la difusión "de la cultura helenista, que después de Alejandro Magno pasó a ser patrimonio común del Mediterráneo oriental y de Oriente Medio" y "la estructura político administrativa del Imperio Romano", que "representaba un tejido de unificación común".
"La concepción universal propia de la personalidad de San Pablo debe ciertamente su impulso de base a la fe en Jesucristo, sin embargo, la situación histórico-cultural de su época y de su ambiente influyó sobre sus decisiones y su compromiso", indicó.
También recordó que a Pablo se le llama también "hombre de las tres culturas, teniendo en cuenta su matriz judaica, su lengua griega y su prerrogativa de 'civis romanus', como atestigua su nombre de origen latina". También es de notar el influjo "de la filosofía estoica, dominante en tiempos de Pablo, en la que "se encontraban valores altísimos de humanidad y sabiduría que serán recogidos por el cristianismo". Asimismo, "en tiempos de San Pablo, había una crisis de la religión tradicional, por lo menos en sus aspectos mitológicos y cívicos".
"No es posible comprender adecuadamente a San Pablo sin situarlo en la atmósfera, tanto judía como pagana, de su tiempo. De este modo, su figura adquiere una hondura histórica e ideal, que nos revela que compartía ese ambiente, afrontándolo también de forma original", precisó.