El Arzobispo de Morelia (México), Mons. Alberto Suárez Inda, aseguró que en medio de los grandes avances tecnológicos el "hombre contemporáneo, fascinado por sus logros, tiende a olvidar a su Creador y a considerarse como único dueño de su propio destino" llegando a vivir "un vacío interior dramático, experimentado como ausencia de Dios".
Pero "esta tentación de suplantar a Dios no anula la aspiración al infinito que palpita en lo más íntimo de nuestro ser", indicó el Prelado en una reciente carta. "Todos buscamos –continuó–, más allá de nuestros mezquinos egoísmos, los valores auténticos de la libertad, de la equidad, de la solidaridad, que siguen despertando admiración y producen frutos de justicia y de paz".
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Asimismo, señaló que el gran riesgo de olvidarse de Dios consiste en "que la persona se encierra en sí misma, cae en el egoísmo que le impide amar y comprometerse de manera seria y estable, lo cual destruye esos anhelos universales de amor y libertad".
Frente a esto, no se puede olvidar que "el ser humano, creado a imagen de Dios y para la comunión con Él no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás", pues la realización de la persona supone "este don de uno mismo, apertura al otro en el respeto y el servicio", afirmó Mons. Suárez.
Este olvido de Dios es consecuencia del "fenómeno de la mundialización, otra manera de llamarle a la globalización", refirió y añadió que ante esto "la Iglesia ha de esforzarse por promover una civilización del amor y de la paz".
En otra parte de la carta, el Arzobispo de Morelia precisó que es en la Eucaristía donde "encontramos la fuente de inspiración y la energía que animan y sostienen a todos los miembros de la Iglesia en la tarea de construir un mundo más justo y fraterno", pues ella "contiene lo esencial de la respuesta cristiana al drama de un humanismo sin Dios".
"El memorial de la Muerte y Resurrección de Jesús trae al mundo el Evangelio de la paz, que es objeto de nuestra esperanza y nuestro compromiso" y al "celebrar la Eucaristía en nombre de toda la humanidad" la Iglesia acoge "el Don por excelencia que nos lleva a ser también nosotros una ofrenda viva con Cristo para la reconciliación en el perdón y en el amor", aseveró.