El Arzobispo de Valencia, Cardenal Agustín García-Gasco, haciendo eco de las palabras del Papa Benedicto XVI en su discurso de abril a la ONU, señaló que "es preciso redoblar los esfuerzos ante quienes presionan para alterar los fundamentos de la Declaración" Universal de los Derechos Humanos "y para deshacer su íntima unidad, alejándola de la protección de la dignidad humana por satisfacer intereses particulares".
En su habitual carta semanal titulada esta vez "Compromiso con los derechos humanos", el Purpurado destacó que la Declaración Universal de los Derechos Humanos "fue adoptada como un 'ideal común' (preámbulo) y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que contradicen la unidad de la persona humana y la indivisibilidad de los derechos humanos".
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"La alianza entre verdad del ser humano y auténtica libertad es el único fundamento consistente para una verdadera cultura de los derechos que permite proteger la dignidad de todo ser humano que viene a este mundo", continuó.
Asimismo recordó el compromiso de la Iglesia "con la defensa y difusión de los Derechos Humanos" y preció que "ningún cristiano debe dudar de la necesaria legitimidad de la comunidad internacional en defensa de los derechos humanos. La propia existencia de las Naciones Unidas muestra que los derechos universales están por encima de las legislaciones particulares".
Tras advertir que "los Estados no pueden aprovechar el acto de plasmar los derechos humanos en su Carta Magna para luego rebajar su contenido o relativizar su significado" con leyes que van en contra de estos, el Arzobispo remarcó que "cuando se apuesta por el relativismo moral y jurídico, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven afectados y amenazados. Los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas se ven minados en su base".
"Ante nuevos e insistentes desafíos de nuestra civilización, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar un 'terreno común', minimalista en los contenidos y débil en su efectividad", continuó el Cardenal, por lo que, expresó "la promoción de los derechos humanos universales sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad".
"La Iglesia tiene la misión de transmitir la fe en Cristo generación tras generación, ello lejos de suponer desentenderse de lo que pasa en el mundo lo que hace es aumentar su compromiso para crear una sociedad fundada en el respeto y en el amor al prójimo. La Declaración Universal de los Derechos Humanos ha demostrado ser un fecundo camino que no puede destruirse por un relativismo veleidoso que no traerá la paz a la familia humana", concluyó.