El Arzobispo de Toledo y Primado de España, Cardenal Antonio Cañizares, afirmó que el mensaje que el Papa Benedicto XVI ha difundido en sus tres años de Pontificado, es que el objetivo fundamental de la existencia humana es el encuentro con Dios.
"Benedicto XVI, el Papa de la razón y de lo esencial, como Benito de Nursia, en estos tres años, nos muestra como objetivos fundamental de la existencia –más aún, el único– el buscar a Dios", señaló el Purpurado en un artículo publicado en el semanario "Padre Nuestro" de la Arquidiócesis de Toledo.
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Según el Arzobispo, Benedicto XVI sabe por experiencia de vida y por la razón misma, "que cuando el creyente entra en relación profunda con Dios, no puede contentarse con vivir de modo mediocre según una ética minimalista y una religiosidad superficial".
Este es el secreto del Papa, indicó, en saber que el mundo necesita de la verdadera revolución, que es la "revolución de Dios".
Este mismo mensaje, recordó el Cardenal Cañizares, difundió el Pontífice durante su viaje a Estados Unidos. "El encuentro con el Dios vivo, es fuente de aquella esperanza que transforma la vida de la que habla el Evangelio", señaló entonces el Papa.
"La mirada de Benedicto XVI es de las más lúcidas del momento presente y su pensamiento, tan fuertemente asentado en la razón, porque precisamente está asentado en la fe, es de los más rigurosos y bien fundados de nuestro tiempo. Él acaba de afirmar que ‘las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia’", señaló.
En su visita a EEUU, recordó el Purpurado, Benedicto XVI invitó a los fieles a reconocer "que en su interior hay una profunda sed de Dios", y que aunque es fácil "ser atraídas por las posibilidades casi ilimitadas que la ciencia y la técnica nos ofrecen", todo esto es una ilusión, pues sin Dios "nuestras vidas están realmente vacías".
A modo de ejemplo, el Cardenal rememoró las palabras del Papa durante su viaje a Colonia (Alemania), en el que recordó que ya en el siglo pasado se vivieron "revoluciones cuyo programa común fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo para transformar sus condiciones".
Tras recordar el fracaso de estas revoluciones, el Pontífice señaló que "no son las ideologías las que salvan al mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es bueno y auténtico".