El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Celestino Migliore, precisó ante el Consejo Económico y Social de este organismo que es necesario apoyar a los migrantes y a las poblaciones rurales, ante la creciente tendencia de urbanización que genera mega ciudades en todo el mundo.
Así lo indicó en su alocución del 9 de abril ante la 41º sesión de Población y Desarrollo sobre el apartado 3: "Monitoreo de Población Mundial, enfocándose en distribución de la Población, Urbanización, migración interna y desarrollo".
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El Arzobispo advirtió que "colocar a la persona humana al servicio de las consideraciones económicas o ambientales crea el efecto inhumano de tratar a las personas como objetos en vez de sujetos", por lo que "la migración y urbanización de las sociedades no debe ser medida solamente en términos del impacto económico".
"Es necesario buscar maneras de afrontar los serios desafíos que las migraciones internas y trasnacionales generan, no olvidemos que en el corazón de este fenómeno está la persona humana. Entonces tenemos que dirigirnos a las razones por las que las personas se movilizan, los sacrificios que hacen y las esperanzas que acompañan a los migrantes. La migración con frecuencia genera dolor en los migrantes, ya que dejan atrás a sus familias y amigos, y sus redes socio-culturales y espirituales", explicó.
Mons. Migliore se refirió luego al informe del Secretario General de la ONU y precisó que "mientras la urbanización ha creado mejores oportunidades para los individuos y sus familias, el desplazamiento de espacios agrarios a centros urbanos también genera una miríada de desafíos. De hecho, nuevos problemas ambientales, sociales y económicos emergen con el nacimiento de mega ciudades".
Tras señalar que "una de las más complicadas y dolorosas consecuencias de la rápida urbanización es el elevado número de personas que viven en tugurios urbanos" y que "en 2005, más de 840 millones de personas en todo el mundo vivían en estas condiciones", el Arzobispo alertó de los peligros que esta situación conlleva: "con muchas necesidades, los individuos pueden perder su sentido de autoestima y su dignidad inherente. Se descubren atrapados en un círculo vicioso de extrema pobreza y marginación".
Si queremos alcanzar las Metas del Milenio para el 2015, debemos preocuparnos más por las comunidades rurales también, "en donde aproximadamente 675 millones de personas no tienen acceso a agua potable y dos mil millones no tienen acceso a condiciones sanitarias básicas. Las políticas nacionales e internacionales deben asegurar que las comunidades rurales tengan acceso a mejores y más accesibles servicios sociales", dijo luego el Nuncio.
"Por su parte, la Santa Sede y sus instituciones siguen comprometidas en enfrentar estas preocupaciones de los migrantes para buscar las maneras de colaborar con todos, de modo que se asegure un balance apropiado entre las preocupaciones justas del estado y las de los seres humanos individualmente", precisó luego.
"Ayudar a los migrantes a satisfacer sus necesidades básicas no solo ayuda a su transición y a mantener a las familias unidas; también es una forma positivas de alentarlos a ser productivos, responsables, respetuosos de la ley y contribuidores al bien común de la sociedad", finalizó el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU.