Al presidir una solemne Eucaristía por el tercer aniversario de la muerte del Siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI pidió a la Iglesia seguir las enseñanzas y el ejemplo del fallecido Pontífice, que encarnó en su vida la frase evangélica "No tengáis miedo" y mostró "el secreto de toda la vida cristiana".
Ante las 40 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa recordó a su antecesor como un hombre de "cualidades humanas y sobrenaturales" y destacó su "excepcional sensibilidad espiritual y mística".
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"Bastaba observarlo mientras rezaba: se sumergía literalmente en Dios y parecía que en aquellos momentos todo el resto le resultase extraño. La Santa Misa, como repetía con frecuencia, era para él el centro de cada jornada y de toda la existencia. La realidad ‘viva y santa’ de la Eucaristía le daba la energía espiritual para guiar el Pueblo de Dios en el camino de la historia", indicó en la Misa concelebrada por el Colegio Cardenalicio.
El Santo Padre señaló que el Pontificado de Juan Pablo "en su conjunto y en tantos momentos específicos, es como un signo y un testimonio de la Resurrección de Cristo. El dinamismo pascual, que hizo que la vida de Juan Pablo II fuese una respuesta total a la llamada del Señor, no podía expresarse sin la participación en los sufrimientos y en la muerte del divino Maestro y Redentor".
El Papa señaló que las palabras del Evangelio de la misa de hoy "No tengáis miedo", que dirige el ángel de la resurrección a las mujeres en el sepulcro vacío, "se convirtieron en una especie de lema en los labios del Papa Juan Pablo II desde el inicio solemne de su ministerio petrino".
Estas palabras, "las pronunció siempre con inflexible firmeza, alzando el bastón pastoral que culmina en la Cruz y después, cuando sus energías físicas iban disminuyendo, casi como aferrándose a él, hasta aquel último Viernes Santo, en el que participó en el Via Crucis desde la capilla privada, estrechando la Cruz entre sus brazos. También aquella elocuente escena de sufrimiento humano y de fe, indicaba a los creyentes y al mundo el secreto de toda la vida cristiana", recordó.
También afirmó que conforme "era despojado de todo, al final incluso de la misma palabra, su confianza en Cristo se mostró con gran evidencia. Como sucedió con Jesús, también para Juan Pablo II, al final las palabras cedieron su lugar al extremo sacrificio, al don de sí. Y la muerte fue el sello de una existencia entregada totalmente a Cristo, conformada a Él también físicamente en los rasgos del sufrimiento y del abandono confiado en los brazos del Padre celestial".
Asimismo, recordó que hoy se inaugura el primer congreso mundial sobre la misericordia divina para "profundizar el rico magisterio" de Juan Pablo II sobre ese tema.
"La misericordia de Dios es una de las claves de lectura de su pontificado. Quería que el mensaje del amor misericordioso de Dios llegase a todos los seres humanos y exhortaba a los fieles a ser testigos", explicó Benedicto XVI.
Agregó que "el Siervo de Dios Juan Pablo II vivió y conoció personalmente las grandes tragedias del siglo XX y se preguntó durante mucho tiempo qué podía frenar la marea del mal. La respuesta se encontraba en el amor de Dios. Solo la Divina Misericordia puede poner límite al mal; solo el amor omnipotente de Dios puede desbaratar la arrogancia de los malvados y el poder destructor del egoísmo y el odio".
El Santo Padre agradeció a Dios por "haber dado a la Iglesia a este servidor fiel y valiente" y a la Virgen María por "velar incesantemente sobre su persona y su ministerio" . "Pedimos a Juan Pablo II que continúe intercediendo desde el Cielo por todos nosotros y en especial por mí, a quien la Providencia llamó a recoger su inestimable herencia espiritual", indicó.
Finalmente, pidió "que la Iglesia siga sus enseñanzas y su ejemplo, continuando fielmente y sin compromisos su misión evangelizadora y difundiendo incansablemente el amor misericordioso de Cristo, fuente de paz verdadera para el mundo entero".