El Papa Benedicto XVI destacó en su homilía de la Misa por Domingo de Ramos que "solo 'el amor hasta el extremo', solo el amor que por los hombres dona totalmente a Dios, es el verdadero culto, el verdadero sacrificio. Adorar en espíritu y verdad significa adorar en comunión con quien es la verdad, adorar en la comunión con su cuerpo, en el que el Espíritu Santo nos reúne".
Así lo expresó el Pontífice en su homilía de la que presidió en la Plaza de San Pedro a las 09:30 (hora local), en la que participaron miles de jóvenes que se preparan para la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se realizará en Sydney en julio.
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Tras la lectura del Evangelio de San Mateo, el Santo Padre cuestionó a los presentes: "¿Es nuestra fe suficientemente pura, de modo que a partir de ella también los 'paganos', las personas que hoy están en búsqueda y tienen sus preguntas, pueden intuir la luz del único Dios, asociarse en los atrios de la fe a nuestra oración y con ellos pedir convertirse ellos también en adoradores? ¿La conciencia de la avaricia y la idolatría también alcanzan nuestra praxis de vida? ¿No dejamos tal vez de varios modos entrar a los ídolos también en el mundo de nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a dejarnos siempre purificar por el Señor, permitiéndole eliminar en nosotros y la Iglesia todo lo que le es contrario?"
Tras esta serie de preguntas, Benedicto XVI precisó que "en la purificación del templo, se trata de algo más que de la lucha contra los abusos. Está preconizada una nueva hora de la historia. Ahora comienza lo que Jesús había anunciado a la Samaritana en cuanto a su pregunta sobre la verdadera adoración. 'Ha llegado el momento, y es éste, en el que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre busca tales adoradores'. Ha terminado el tiempo en el que eran inmolados a Dios los animales".
"Ya desde siempre –continuó el Pontífice– los sacrificios de animales eran una miserable sustitución, un gesto de nostalgia del verdadero modo de adorar a Dios. La Carta a los Hebreos, sobre la vida y obra de Jesús, ha puesto como lema una frase del Salmo 39: 'Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, en vez de ello me has preparado un cuerpo'. En lugar de los sacrificios cruentos y de las ofrendas de alimentos aparece ahora el cuerpo de Cristo, Él mismo es el reemplazo".
"Solo 'el amor hasta el extremo', solo el amor que por los hombres dona totalmente a Dios, es el verdadero culto, el verdadero sacrificio. Adorar en espíritu y verdad significa adorar en comunión con quien es la verdad, adorar en la comunión con su cuerpo, en el que el Espíritu Santo nos reúne", destacó.
El Papa también indicó que "los evangelistas cuentan que, en el proceso contra Jesús, se presentaron falsos testimonios y afirmaron que Jesús había dicho: 'Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días'. Delante de Cristo colgado en la Cruz algunos le recuerdan estas palabras y le gritan: '¡Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo!' La justa versión de estas palabras, como salieron de la boca de Jesús mismo, aparecen en el recuento de la purificación del templo".
"Ante el pedido de un signo –prosiguió– con el que Jesús debía legitimarse para tal acción, el Señor responde: 'Destruyan este templo y en tres días lo haré resurgir'. Juan añade que, pensando en el evento de la Resurrección, los discípulos entendieron que Jesús había hablado del templo de su Cuerpo. No es Jesús quien destruye el templo, eso viene abandonado a la destrucción de la actitud de quienes, al lugar de encuentro de todos los pueblos con Dios, lo han convertido en una 'cueva de ladrones', en un lugar para sus negocios".
"Pero, como siempre a partir de la caída de Adán, el fallo de los hombres se convierte en ocasión para el esfuerzo todavía más grande del amor de Dios que nos confronta", subrayó el Santo Padre.
"La hora del templo de piedra, la hora del sacrificio de animales está superada: el hecho que ahora el Señor saque a los mercaderes no solo impide un abuso, sino que indica el nuevo acto de Dios. Se forma el nuevo Templo: Jesucristo mismo, en el que el amor de Dios se vuelca a los hombres. Él, en su vida, es el Templo nuevo y viviente".
"Él, que ha pasado a través de la Cruz y resucitado, es el espacio viviente de espíritu y vida, en el que se realiza la justa adoración. Así la purificación del templo, como culmen del ingreso solemne de Jesús en Jerusalén, está junto al signo de la anunciada ruina del edificio y la promesa de un nuevo templo, promesa del reino de la reconciliación y el amor que, en la comunión con Cristo, ha instaurado otras fronteras".
Seguidamente el Papa recuerda que Mateo, después de dar cuenta de la purificación en el Templo, recuerda la voluntad sanadora de Dios. "Al comercio de animales y de los negocios con dinero, Jesús contrapone su bondad sanadora. Esa es la verdadera purificación del templo. Él no viene como revolucionaria, como destructor, no viene con la espada de revolucionario. Viene con el don de la sanación. Se dedica a quienes que a causa de sus enfermedades están en los extremos de la vida y al margen de la sociedad. Jesús muestra a Dios como el que ama, y su poder como el poder del amor. Y nos dice a nosotros qué cosa siempre será parte del justo culto a Dios: sanar, servir, la bondad que sana".
Luego de recordar que "Jesús había dicho a sus discípulos que, para entrar en el Reino de Dios, es necesario volverse niños", Benedicto XVI aseguró que Cristo mismo, "que abraza al mundo entero, se ha hecho pequeño para venir a nuestro encuentro, para llevarnos a Dios. Para reconocer a Dios debemos abandonar la soberbia que nos equivoca, que nos quiere lejos de Dios, como si Dios fuese nuestro competidor. Para encontrar a Dios es necesario ser capaces de ver con el corazón".
"Debemos aprender a ver con un corazón joven, que no está obstaculizado por prejuicios y no está errado por los intereses. Así, en los pequeños que con un corazón libre y abierto lo reconocen, la Iglesia ha visto la imagen de los creyentes de todos los tiempos, la propia imagen", alentó.
"Queridos amigos, en esta hora nos asociamos a la procesión de los jóvenes de entonces, una procesión que atraviesa toda la historia. Junto a los jóvenes de todo el mundo vamos al encuentro con Jesús. Dejémonos guiar por Él hacia Dios, para aprender de Dios mismo el recto modo de ser hombres. Con Él agradecemos a Dios, porque Jesús, Hijo de David, nos ha donado un espacio de paz y reconciliación que abraza al mundo. Recémosle, para que seamos con Él y a partir de Él mensajeros de su paz, para que en nosotros y nuestro entorno crezca su Reino. Amén", concluyó el Papa.