Al presidir este mediodía el rezo del Ángelus dominical, el Papa Benedicto XVI denunció la ceguera que afecta al hombre cuando se deja llevar por el ateísmo y secularismo.
“Al curar al ciego, Jesús revela que vino al mundo para emitir un juicio, para separar a los ciegos que pueden curarse de aquellos que no se pueden curar, porque presumen ser saludables. De hecho es fuerte en el hombre la tentación de construir un sistema de seguridad ideológica: incluso la religión puede formar parte de este sistema, como el puro ateísmo o el secularismo, pero al hacerlo uno se ciega por su propio egoísmo”, explicó.
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En su habitual reflexión dominical, el Papa indicó que “en estos domingos de Cuaresma, a través de los textos del Evangelio de Juan, la liturgia nos permite emprender un auténtico viaje bautismal”.
“El domingo pasado, Jesús prometió a la mujer el don del ‘agua viva’; hoy, curando al ciego de nacimiento se revela como ‘la luz del mundo’; el próximo domingo, resucitando a su amigo Lázaro, se presentará como ‘la resurrección y la vida’. Agua, luz y vida son símbolos del bautismo, el sacramento que "sumerge" a los creyentes en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, liberándonos de la esclavitud del pecado y dando la vida eterna”, señaló.
Al meditar sobre el pasaje del Evangelio de hoy, el Papa recordó que “los discípulos, de acuerdo a la mentalidad de la época, daban por supuesto que su ceguera era el resultado de su pecado o el de sus padres. Jesús rechaza esta injuria” y pronuncia palabras de consuelo que “nos hacen sentir la voz viva de Dios, que es amor providente y sabio”.
“Jesús no piensa en las faltas, sino en la voluntad de Dios, que creó al hombre para la vida”, indicó.
El Papa explicó que con el gesto de tomar barro y saliva para curar al ciego, Jesús alude “a la creación”.
“Adán significa ‘tierra’, y el cuerpo humano está realmente compuesto por elementos de la tierra. Haciéndose hombre, Jesús realiza una nueva creación”, afirmó.
Asimismo, precisó que “la curación suscita un debate, porque Jesús lo hizo en sábado, transgrediendo, de acuerdo con los fariseos, el domingo. Así, al final de la historia, Jesús y el ciego se encuentran ‘expulsados’ por los fariseos: uno porque ha violado la ley y el otro porque, a pesar de su recuperación sigue llevando la marca de pecador desde su nacimiento”.
“Queridos hermanos, sanemos en Jesús, que puede y quiere darnos la luz de Dios. Confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, en especial, lo que la Biblia llama el ‘gran pecado’: la arrogancia. Ayúdanos Santa María, que generando a Cristo en la carne dio al mundo la verdadera luz”, concluyó.