Al retomar las Catequesis de los miércoles luego de sus Ejercicios Espirituales, el Papa Benedicto XVI retornó al tema de la vida y obras de San Agustín de Hipona y lo señaló como el autor que explica el modelo de una laicidad bien entendida.
El Pontífice comenzó destacando la figura de San Agustín –a quien dedicó una cuarta Audiencia general- como "gran testigo de Cristo", cuyas innumerables obras "son de importancia capital, y no sólo para la historia del cristianismo".
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El ejemplo más claro, explicó el Papa, son las Confesiones, uno de los libros de la antigüedad cristiana más leídos hasta ahora. Escritas entre el 397 y el 400, durante su episcopado, son una "meditación interior" realizada delante de Dios, que describen "el camino interior" del antiguo intelectual, una "confesión de sus propias debilidades", "de sus propios pecados", pero también una alabanza a Dios, una mirada de la propia miseria a la luz de Dios que se convierte en agradecimiento a Él por el amor, que "trasforma y eleva a Dios mismo".
"Son una especie de autobiografía, pero autobiografía en la forma de un diálogo con Dios. Y este género literario refleja precisamente la vida de San Agustín, que era una vida no cerrada en sí misma, tampoco una vida dispersa en tantas cosas, sino sustancialmente una vida vivida como diálogo con Dios y así una vida para los otros", dijo el Pontífice.
Luego agregó: "Y existen muchos hermanos que gustan de estas obras, y debo decir que yo soy uno de estos hermanos".
El Santo Padre ilustró luego algunas obras del Obispo de Hipona, elencando, junto a las famosas "Retractaciones" – dos libros en los cuales San Agustín, ya anciano revisó todos sus escritos dejando "una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual"- las más de 330 cartas y las casi 600 homilías, "fruto de cuarenta años de predicación" que hacen pensar en cerca de 4,000 prédicas, muchas de las cuales "transcritas y corregidas", para responder a los herejes, interpretar las Sagradas Escrituras y edificar a los hijos de la Iglesia.
Benedicto XVI se refirió luego a la monumental "Ciudad de Dios", que describió como "una obra imponente y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia".
El Pontífice se refirió a los 22 tomos que San Agustín escribió para responder a las acusaciones de los paganos que culpaban al cristianismo de la caída de Roma, aduciendo que un Dios que no había podido impedir que la caput mundi (la cabeza del mundo) fuera arrasada por los Godos el 410, no podía ser un Dios en el cual confiar.
San Agustín explicó qué se puede esperar de Dios y que no, "cual es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe y de la Iglesia".
"También hoy este libro es una fuente para definir bien la verdadera laicidad y la competencia de la Iglesia, la gran verdadera esperanza que nos da la fe", explicó el Pontífice; y agregó que "por tanto, el libro es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la Providencia divina pero dividida en dos amores. Este es su diseño fundamental, su interpretación de la historia: la lucha de dos amores, el amor a sí hasta la indiferencia por Dios y el amor a Dios hasta la indiferencia de sí, a la plena libertad de sí para los otros, en la luz de Dios".
El Papa Benedicto XVI citó luego, de la larga lista de obras agustinianas el tratado De Trinitate (Sobre la Trinidad) , que el Santo definió como "único creador del mundo", "círculo de amor" y "misterio insondable" que "en las Tres Personas es la más real y profunda unidad del único Dios".
También se refirió a la obra "De doctrina Christiana", que definió como "una verdadera y auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y en definitiva al mismo cristianismo"; al "De catechizandis rudibus", dedicado a los problemas de la instrucción de muchos cristianos analfabetos.
No dejó de mencionar "la multitud de homilías, frecuentemente pronunciadas improvisadamente, transcritas por taquígrafos durante la predicación e inmediatamente puestas en circulación".
El Papa recordó que, de este amor del Santo por los libros existen antiguas reproducciones iconográficas, como el fresco del siglo VI en la Sancta Sanctorum Laterano, donde se ve a San Agustín representado con un códice en las manos.
Benedicto XVI recordó finalmente las palabras del primer biógrafo de San Agustín, Posidio, que definió a su amigo Obispo como "siempre vivo" en sus obras.
"Sí, también para nosotros habría sido muy bello poder escucharlo en vivo. Pero está realmente vivo en sus escritos, está presente en nosotros y así vemos la permanente vitalidad de la fe a la cual dedicó toda su vida", concluyó el Santo Padre.