La descristianización de Europa es un proceso acelerado y dramático, pero no irreversible, señaló el fin de semana el Cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, durante una conferencia pronunciada en el Centro cultural Saint-Louis de France en Roma.
Dirigiéndose a los participantes del Congreso sobre "El Futuro del Cristianismo en Occidente", el Cardenal Tauran comenzó su reflexión recordando los libros recientemente publicados por diversos intelectuales europeos que apuntan las deficiencias de la Iglesia y del cristianismo que, desde un punto de vista histórico, parecen convertir en inevitable la total descristianización de Occidente.
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Sin embargo, "a la Iglesia la han sepultado muchas veces", dijo el Purpurado, al recordar el ejemplo de Frederick Nietzsche, que declaraba "el fin del tiempo de las religiones", hasta "los totalitarismos del siglo pasado que afirmaron lo mismo".
También "existen sociólogos y algunos pensadores que se complacen en describir el cristianismo del mañana sin juventud, dividido, minado por el repliegue de su identidad, que sucumbe a los golpes del ariete de las nuevas religiones acomodadas o a nuevas y antiguas formas de incredulidad y de ateísmo".
El Cardenal Tauran reconoció la realidad de los signos preocupantes en Occidente: "muy pocos jóvenes occidentales tienen un contacto regular con las iglesias, un gran número de niños crece sin jamás haber abierto la Biblia, sin conocer los ritos cristianos, sin saber que se puede rezar a Dios..."
"Sin embargo- agregó- el fenómeno religioso está lejos de desaparecer. Y los cristianos no han renunciado a su tarea", porque "este cristianismo aparentemente moribundo muestra una sorprendente vitalidad y reserva aún muchas sorpresas", agregó.
El Cardenal Tauran puso como ejemplo de la capacidad de la Iglesia de renovarse, lo acontecido "aquella tarde de octubre de 1978 en la que el Arzobispo de Cracovia, en el corazón de Europa central ‘marxistizada’ era llamado a la Cátedra de Pedro".
Recordó luego al famoso autor norteamericano Harvey Cox, que en 1968 presentaba en el mismo lugar de su conferencia en Roma, la edición en francés de su libro "La Ciudad Secular", en la que anunciaba "la liberación del hombre moderno de todos los arcaísmos religiosos". Sin embargo, sería el mismo Cox que, años más tarde, "reconocería que un mundo sin preocupaciones espirituales es irreal", agregó el Cardenal.
"El cristianismo tiene siempre mucho que decir. Nuestra palabra es esperada incluso aún cuando no es tomada como punto de referencia. Nuestro testimonio sigue interpelando", dijo Tauran.
El Purpurado explicó luego que los dramáticos cambios del mundo de hoy está obligando a "creyentes y no creyentes, optimistas y pesimistas a plantearse preguntas esenciales sobre lo que nos depara el futuro".
"La precariedad del mundo, la violencia de nuestras sociedades, el Islam, hoy segunda religión de occidente", han llevado a "muchos católicos a realizar esfuerzos para recuperar su identidad", señaló el Cardenal francés.
Además, destacó que "la preocupación por la oración y la formación teológica, los esfuerzos realizados en vistas a una catequesis más incisiva, un sentido de la Iglesia más afinado, son todos elementos que nos llevan a pensar que se está redescubriendo la necesidad de una cierta interioridad", señalo el Cardenal.
"¿Cómo debemos mirar nuestro futuro?", Pregunta el Cardenal; y responde: "Con serenidad porque es nuestro futuro. Cierto, somos una minoría, pero una minoría operante y los valores cristianos sustentan a muchas de la ‘convicciones’ laicas: desde la dignidad de la persona humana, hasta la libertad, la solidaridad, el respeto por la naturaleza. Todos estos son valores que tienen su raíz en la base cristiana".
Además "el cristianismo –prosiguió- es también creativo: nuevas comunidades, escuelas de fe, iniciativas de todo tipo para servir al prójimo. Y no debemos olvidar que la Iglesia católica es la única institución capaz de convocar y reunir a tantos jóvenes".
"¿Qué hacer? Convertirnos cada vez más en una Iglesia que ora, que celebra y que sirve"; dijo el Cardenal; y agregó que en un mundo multireligioso, sería paradójico que los cristianos, "que tenemos como antepasados en la fe a Agustín, Benito, Domingo, Teresa de Ávila, Francisco de Sales no fuéramos capaces de entrar en un diálogo de amor con un Dios personal".
El Cardenal Tauran concluyó diciendo: "el cristianismo tiene un buen futuro en Occidente y más allá, porque sabrá, como en el pasado, ‘superar a los bárbaros’, encontrar el camino de la renovación en la fe a la tradición, como siempre ha hecho. Lo hará como fermento. A nosotros sólo se nos pide ser cristianos coherentes, persuadidos de que nuestro tiempo es el mejor, porque Dios nos ha plantado en este momento de la historia para que demos fruto.
"¡La modernidad no debe asustarnos! Nosotros pertenecemos a este mundo, en cuanto cristianos, y queremos ser reconocidos como tales", dijo finalmente.