El Papa Benedicto XVI recibió esta mañana en audiencia a los participantes de la Sesión plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ante quienes destacó que la ciencia, en el campo de la bioética, ha transgredido la barrera de la dignidad humana.
El Pontífice inició su discurso recordando que este dicasterio desarrolla su labor "al servicio del ministerio de la unidad, confiado de manera especial al Romano Pontífice".
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"Es un ministerio que se expresa primordialmente en función de la unidad de la fe, apoyada en el 'sagrado depósito' del cual el Sucesor de Pedro es el primer custodio y defensor", agregó.
El Santo Padre se refirió luego a dos documentos que la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el año pasado, "que han ofrecido algunas precisiones doctrinales sobre aspectos esenciales de la doctrina de la Iglesia y de la Evangelización".
Éstas, destacó, son "precisiones necesarias para el correcto desarrollo del diálogo ecuménico y del diálogo con las religiones y las culturas del mundo".
El Papa se refirió primero al Documento "Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos sobre la Doctrina de la Iglesia" donde se confirma, a la luz de la enseñanza del Concilio Vaticano II que la única Iglesia de Cristo tiene su subsistencia, permanencia y estabilidad en la Iglesia Católica y que por tanto la unidad, la indivisibilidad y la indestructibilidad de la Iglesia de Cristo no se ven anuladas por las separaciones y divisiones de los cristianos.
Benedicto XVI comentó también que dicho documento destaca "la diferencia que aún existe entre las diversas confesiones cristianas en relación a la comprensión del ser Iglesia, en sentido propiamente teológico".
"Esto, en vez de impedir el compromiso ecuménico autentico, servirá de estímulo para que la confrontación sobre las cuestiones doctrinales se realice siempre realismo y con la plena conciencia de los aspectos que aún separan a las confesiones cristianas", agregó.
El Santo Padre se refirió posteriormente a la "Nota Doctrinal sobre algunos aspectos de la Evangelización", que "frente al riesgo de un persistente relativismo religioso y cultural, reafirma que la Iglesia, en el momento del dialogo entre las religiones y las culturas, no se exime de la necesidad de la evangelización y de la actividad misionera hacia los pueblos, ni deja de pedir a los hombres que acojan la salvación ofrecida a todos los pueblos".
El Pontífice invitó a los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe "a seguir con particular atención los problemas difíciles y complejos de la bioética". "El Magisterio de la Iglesia ciertamente no puede y no debe intervenir sobre cada novedad de la ciencia, pero tiene el deber de reafirmar los grandes valores en juego y proponer a los fieles y a todos los hombres de buena voluntad los principios y orientaciones ético-morales para las nuevas cuestiones importantes", agregó.
El Papa planteó luego dos criterios fundamentales para el discernimiento moral en este campo: " a) el respecto incondicional al ser humano como persona, desde su concepción hasta su muerte natural, b) el respeto de la originalidad de la transmisión de la vida humana".
El Papa recordó las reacciones contrarias a la Instrucción de 1987 Donum vitae, que llevó a algunos de acusar a la Iglesia de oponerse al desarrollo científico. "Los nuevas problemas relacionados, por ejemplo, con el congelamiento de los embriones humanos, con la reducción embrional, con el diagnóstico pre-implantatorio, con las investigaciones sobre las células estaminales embrionarias y con los intentos de clonación humana, muestran claramente cómo, con la fecundación artificial extra-corpórea, se ha roto la barrera puesta por la necesidad de tutelar la dignidad humana".
"¿Cuántos seres humanos, en el estado más débil y más indefenso de su existencia, han sido seleccionados, abandonados, matados y utilizados como puro 'material biológico', cómo negar que ellos han sido tratados ya no como 'alguien', sino como 'algo', poniendo así en cuestión el concepto mismo de dignidad del hombre?", preguntó el Papa.
El Pontífice concluyó destacando que la Iglesia alienta el progreso científico, pero también "siente el deber de iluminar las conciencias de todos, para que el progreso científico sea verdaderamente respetuoso del ser humano".