Karel Weirich, periodista checo cuya madre por coincidencia se apellidaba Schindler –como la conocida película de Steven Spielberg–, compiló una serie de listas con cientos de nombres de ciudadanos checoslovacos judíos apresados por los nazis en Italia; prisión que él también sufrió, a quienes ayudó con dinero, vestido, medicinas, y eventualmente a huir de sus captores.
En el artículo titulado "El Schindler de Pío XII", escrito por Gaetano Vallini para el diario vaticano, L'Osservatore Romano, éste afirma que "Weirich –héroe escondido y desconocido – puede ser mencionado entre los salvadores del mundo en uno de los periodos más oscuros de la historia".
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"No por nada –prosigue– el libro de Alberto Tronchin sobre este personaje se titula 'Un 'justo' reencontrado' en el que narra cómo salvó a cientos de checos", editado "gracias a la sobrina Helena, quien tuvo acceso a sus preciosos documentos, no solo los nombres, sino cartas, documentos de identidad, testimonios de una actividad intensa y riesgosa".
Su historia
Weirich nació en Roma el 2 de julio de 1906 "y tuvo una infancia inquieta, debiéndose trasladar constantemente entre la capital italiana, Moravia y Viena".
"En 1925, tras haber conseguido un diploma de técnico en computación y estenografía, comienza a trabajar como secretario de la Pontificia Obra de San Pablo Apóstol. En 1932 fue transferido con un cargo análogo a la Dirección Nacional de las Obras Pontificias Misioneras. Ese mismo año comienza a escribir artículos sobre Checoslovaquia para el diario vaticano", relata Vallini.
Trabajando ya para L'Osservatore Romano, y tras la orden de arresto a todos los judíos lanzada por los nazis en junio de 1940, Weirich decide junto con otros católicos fundar la Obra de San Wenceslao, rey y santo patrono checo. "Al comienzo la actividad que se desarrolla, como se lee en el libro de Tronchin, era muy vasta". "Así siguieron ayudando, al menos parcialmente, a cuantos encontraban internados en los campos de concentración, o a quienes estaban en la clandestinidad, muchos de los cuales eran escondidos en conventos y monasterios 'abiertos' por voluntad del Papa (Pío XII)", cuenta Vallini.
Por esta actividad clandestina fue arrestado el 1 de abril de 1944 por la Gestapo. Fue condenado a muerte pero la intervención de la Santa Sede hizo que le conmutaran la pena por 18 meses de trabajos forzados en el campo de concentración de Kolbermoor, en donde estuvo hasta el 2 de mayo de 1945.
Gracias a la Secretaría de Estado, Weirich obtiene el apoyo necesario para seguir con la Obra de San Wenceslao.
"Particularmente intensa fue la obra de Weirich en el campo de Ferramonti-Tarsia, en la provincia de Cosenza. Aquí, con la ayuda del capellán, P. Callisto Lopinot, la (obra) San Wenceslao logra cumplir un papel notable: 'si los internados checos lograron sobrevivir hasta la liberación, ocurrida el 14 de septiembre de 1943, fue indudablemente también por mérito de la tenacidad e interdependencia de Weirich', anota Tronchin. Pero muchos otros judíos checoslovacos, sostenidos por sus compatriotas, logran salvarse permaneciendo escondidos hasta la liberación. Weirich conservó sus cartas de agradecimiento", escribe Vallini.
Helena, la sobrina de este hombre que sirvió a sus hermanos con tesón, recuerda que "cada vez que le preguntaba a su tío por qué no decía nada de lo que había hecho, le respondía: porque ya estaba hecho. Cuando quisieron darle una medalla, dijo: 'sí la acepto, pero deben dársela también a todos los hermanos y religiosas de clausura que escondieron a las personas", finaliza Vallini.