"Si voy a morir, mi bebé vivirá". Con estas palabras, Lorraine Allard, una madre inglesa de 33 años de edad, respondió a los médicos que le plantearon abortar al hijo que esperaba para someterla a un tratamiento de quimioterapia contra el avanzado cáncer que padecía.
Lorraine y Martyn Allard tenían tres niñas: Leah, Amy y Courtney, de diez, ocho y casi 2 años respectivamente, cuando supieron que el hijo por nacer sería varón.
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A los cuatro meses de embarazo, Lorraine comenzó a padecer fuertes dolores de estómago. Las pruebas arrojaron que tenía varios tumores en el hígado, producto de un cáncer que había avanzado en silencio por años. La noticia fue devastadora.
"Lo médicos dijeron que no podían hacer nada contra la enfermedad porque estaba embarazada. Ella les dijo inmediatamente que no se desharía del bebé", recuerda Martyn.
El pequeño Liam nació el 18 de noviembre pasado, a las 25 semanas de gestación.
Se programó una cesárea en el Hospital de la Universidad Norfolk y Norwich, pero Liam nació una semana antes de la fecha prevista por parto natural. Pesó poco más de 500 gramos y recibió un beso de su madre antes de ser introducido en la incubadora.
A pesar de su estado prematuro extremo, los médicos confían en que saldrá adelante. Lorraine comenzó un agresivo tratamiento contra el cáncer tras el parto, pudo sostener a su hijo en brazos en varias ocasiones pero falleció el 18 de enero pasado.
"Lorraine siempre mantuvo una actitud positiva, tuvo fuerza para sostenernos a ambos. Siempre supimos que las cosas no estaban bien, pero permitir que Liam naciera fue su máxima alegría", agrega.
Martyn asegura que Lorraine "estaba decidida a darle la mejor oportunidad para sobrevivir y la alegró mucho el hecho de no ser sometida a una cesárea porque no necesitó recuperarse de la operación, pudo someterse a la quimioterapia sin ser hospitalizada y visitó a Liam varias veces".
Liam ha respondido bien a los cuidados y se espera que pueda llegar a casa a principios de marzo.
"Los médicos nos dijeron que el cáncer no tenía cura, aunque trataron de disminuir los tumores. El día que murió, Lorraine llevaba dos semanas sin comer y no podía beber. Su muerte fue muy pacífica, me tomó la mano y nos abrazamos, su corazón se apagó", recuerda Martyn y asegura que ha decidido que cuando Liam crezca no le dirá que su madre murió por él, sino que se aseguró de darle la oportunidad de vivir.