Al recibir esta mañana a los participantes del congreso interacadémico de la Academia de Ciencias de París y de la Pontificia Academia para las Ciencias, el Papa Benedicto XVI destacó que la ciencia no es capaz de comprender la complejidad del misterio humano, y que el hombre goza de una libertad que revela el sentido de su existencia.
Hablando a los científicos reunidos para el evento titulado "La identidad mutable del individuo", el Pontífice afirmó que en nuestra época "las ciencias exactas, naturales y humanas han conseguido avances prodigiosos en el conocimiento del hombre y de su universo", pero que al mismo tiempo "es fuerte la tentación de circunscribir totalmente la identidad del ser humano y de encerrarlo en el saber conocido".
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Por eso, "para no emprender ese camino es importante no dejar de lado la investigación antropológica, filosófica y teológica, que ponen de manifiesto y mantienen el misterio propio del ser humano, porque ninguna ciencia puede decir quién es, de donde viene y a donde va. El saber del ser humano se convierte, pues, en el saber más necesario", agregó el Papa.
"El ser humano está siempre más allá de lo que se ve o lo que se percibe científicamente", afirmó el Papa, y remarcó que "descuidar la cuestión del "ser" del hombre lleva inevitablemente al rechazo de investigar la verdad objetiva sobre el ser en su integridad y, de hecho, a la incapacidad de reconocer el fundamento en el que se asienta la dignidad de todo ser humano, desde el período embrionario hasta su muerte natural".
"Partiendo de la interrogación sobre el nuevo ser producto de la fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico -agregó el Santo Padre-, habéis puesto de relieve elementos esenciales del misterio del hombre, caracterizado por la alteridad: ser creado por Dios, ser a imagen de Dios, ser amado hecho para amar. Como ser humano, jamás está encerrado en sí mismo: siempre es portador de alteridad y desde su origen está en interacción con otros seres humanos, como nos lo revelan cada vez más las ciencias humanas".
Benedicto XVI subrayó que "el hombre no es fruto del azar, ni de un conjunto de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones fisicoquímicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo habita".
"Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin" y "pone de manifiesto que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su libertad auténtica, la persona realiza su vocación; se cumple; da forma a su identidad profunda".
"El ser humano tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien". "En nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en criterio del bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de abuso de los más fuertes sobre los más débiles", concluyó el Santo Padre.