En una extensa entrevista concedida a la revista "Espacio Laical", órgano del Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de La Habana (Cuba), el Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de esta ciudad, señaló que la Iglesia en la Isla "está viva, junto a su pueblo".
En la entrevista concedida al periodista Lenier González Mederos con ocasión del 10º aniversario de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, el Purpurado recordó el origen del viaje del Papa a Cuba, que se remonta a la escala técnica en las Islas Bahamas que el Papa Juan Pablo II realizó en 1979, de regreso de México, "ocasión en la que el Presidente Fidel Castro invitó al Papa a que hiciera la escala en La Habana y no en las Bahamas, pero el Papa siempre pensó en hacer una visita pastoral a Cuba, y una escala técnica no le daba tiempo para el tipo de visita que él deseaba realizar".
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El Cardenal explicó luego el itinerario de la comunidad eclesial de la Isla, al recordar que "en 1981 la Iglesia en Cuba comenzó a desarrollar aquel proceso tan rico que se llamó Reflexión Eclesial Cubana (REC), desplegado durante cinco años y que concluyó con el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) en 1986".
"Durante los primeros años de la Revolución la Iglesia, disminuida en agentes pastorales y sin posibilidades humanas y materiales para ampliar su misión, había estado replegada sobre sí misma, atendiendo el culto y otras actividades intraeclesiales, orientadas al mantenimiento espiritual, moral y material de nuestras comunidades católicas", dijo el Purpurado.
"El ENEC –prosiguió– significó entonces abrir puertas, salir a hacer visitas, insuflar un nuevo espíritu en las comunidades. La Iglesia debía realizar su misión aquí, en la nueva realidad traída por la Revolución. Debía ser una Iglesia encarnada, lo cual tiene dos vertientes. Nuestros fieles debían comprender esto y salir de su repliegue y el Estado debía reconocer que la Iglesia tiene una misión que no se limita a los confines de los templos".
"Este espíritu del ENEC ha marcado la Iglesia en Cuba desde aquel momento de nuestra historia eclesial y nacional hasta hoy ininterrumpidamente, con un doble efecto positivo que se corresponde con nuestro doble propósito: los fieles católicos han comprendido, progresivamente, que la Iglesia tiene una misión inaplazable que realizar aquí y el Estado, también progresivamente, ha ido aceptando y reconociendo la misión de la Iglesia, que no se limita al culto", explicó en la entrevista el Arzobispo de la Habana.
Cuando a mediados de la década de los 80 se propuso la posibilidad de una visita, una de las autoridades cubanas, Carlos Rafael Rodríguez, respondió que "la visita podría ser posible y que la misa papal podía celebrarse en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, donde caben algo más de 15 mil personas, el número de católicos que el funcionario creía que existían en la Habana".
"Se ve por esta respuesta –explicó el Cardenal– que no había madurado aún en aquel entonces, por parte del Estado cubano, un clima suficientemente abierto para que el Papa visitara nuestro país".
La visita del Pontífice, según el Purpurado, exigió "una evolución necesaria en las mentalidades, no era solo un problema estructural de la Iglesia en cuanto a su organización, jerarquía, o el aumento del número de fieles. Debía existir una relación aceptable Iglesia-Estado. Era necesario que esa maduración se produjese".
Según el Cardenal Ortega, la carta pastoral del Episcopado cubano "El Amor todo lo Espera", publicada en 1993, "no proponía un cambio de rumbo en la acción de la Iglesia, sino consecuente con el espíritu del ENEC, analizaba la situación real en que nos encontrábamos, que era muy angustiosa para el pueblo en general. Criticaba cierto inmovilismo ante la crisis y sugería un cambio de política económico-social con menos control estatal. Por ejemplo, en cuanto a la agricultura, a pequeños negocios privados, etc.
Aunque "no pocas de nuestras sugerencias coincidieron meses más tarde con las nuevas medidas tomadas"; el Cardenal revela que "la carta pastoral produjo una enorme molestia en las esferas oficiales. Los obispos fuimos largamente atacados por la prensa… se afirmaba que habíamos abandonado una postura conciliadora por otra de enfrentamiento. No era esa la motivación de los obispos, sino la de ejercer la misión propia de la Iglesia en la sociedad, que incluye despertar la conciencia de gobernantes y gobernados con respecto al bien común de la sociedad".
"Quizás también al pasar el tiempo se podrá descubrir que en esta tarea la carta pastoral ‘El amor todo lo espera’ puso su granito de arena", agregó.
Para evaluar el éxito de la visita del Papa, señala el Purpurado, "hay que recordar la actitud coherente y entusiasta de todos los obispos de Cuba. La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba siempre se ha caracterizado por esa unidad con la que el Señor nos ha favorecido. En aquella época actuamos muy de conjunto, con mucha decisión y entusiasmo para que se produjera la visita del Papa".
Aunque la visita fue un éxito, el Cardenal señaló que "yo particularmente hubiera querido que el Santo Padre visitara una prisión, aunque no celebrara la Eucaristía allí. Sin embargo, de mutuo acuerdo llegamos a la conclusión de que pudiera visitar un hospital o un centro asistencial, como el leprosorio de San Lázaro, en El Rincón".
Colaboración Iglesia-Estado
El Cardenal Ortega destacó que la preparación de la transportación del pueblo exigió constantes coordinaciones con las autoridades locales. "La coordinación fue inmensa, entre la comisión de orden de la Iglesia, la policía, los que estaban a cargo de la organización de los distintos eventos por parte del gobierno. Fue un momento que dejó una certeza de que es posible convivir y, al mismo tiempo, tener una participación en la vida de la sociedad sin que esto sea conflictivo".
"Todo el tiempo que el Papa estuvo en Cuba los gestos del pueblo fueron muy significativos. Cada mañana me sorprendía al acompañarlo siempre al aeropuerto a tomar el avión que lo llevaría a los distintos lugares donde celebró la Eucaristía. Me sorprendía llegar a la Nunciatura y ver toda la calle –desde que la policía lo permitía, porque es estrecha la calle donde se encuentra la Nunciatura– llena de personas... Aquello era algo realmente extraordinario", recordó.
"Evidentemente debo decir que la acogida del pueblo superó nuestras expectativas. La vibración de pueblo, la alegría, la disciplina, el entusiasmo, hicieron que el balance fuera muy positivo, superando nuestras mejores expectativas".
Preocupación del Papa
El Arzobispo de La Haban recuerda que el Papa le preguntó incisivamente: "el pueblo de Cuba atiende, pero ¿entiende?". "Yo le dije, Santidad sí, entiende. A él le preocupaba mucho que su acento no fuera captado por el pueblo. Otro día me dijo al regresar: ‘este es un pueblo inteligente, aplaude los conceptos, no la entonación del discurso’".
"El pueblo –señaló el Cardenal– entendía las ideas, y no solo se dejaba llevar por lo que mueve la emoción de un momento. Aunque también la emoción nos mueve. Cuando el Papa se despedía, esos aplausos finales, o cuando llegaba, todo era enormemente emotivo. Al Papa lo que le impactaba era esta capacidad del pueblo de captar en profundidad las ideas".
"En la partida del Papa en el aeropuerto, el Cardenal Dziwisz, su secretario en aquel entonces, confesó que el Papa había llegado algo agotado a Cuba, pero que se iba ‘energizado’ por las jornadas vividas", reveló el Cardenal.
Desafíos actuales
Evaluando la situación actual, el Cardenal Ortega y Alamino destaca que "nuestra cultura popular es de matriz occidental cristiana, pero hay un cristianismo borrado, un secularismo impulsado en estos 50 años por una separación Iglesia-Estado muy acentuada". "Este abismo que se puede crear entre Evangelio y cultura yo diría que se ha ahondado en los años de Revolución, evidentemente. Por solo citar un aspecto, la no presencia de la Iglesia en los medios de comunicación social es prueba de ello", agregó.
El Purpurado destacó que, muchos intelectuales han redescubierto el valor del aporte católico en el pasado cubano y su influencia incluso en la generación que hizo la Revolución. "Yo siempre he interpretado que nunca se ha dejado de construir y hacer –aunque haya ideas totalmente ajenas o contrarias aparentemente en muchos casos– sobre la base de aquello que quedó de esta formación católica. Creo que la base de muchas inquietudes y búsquedas se encuentran a veces en ese influjo del pensamiento cristiano. Esta impronta de lo católico se ha hecho cada vez más conciente entre pensadores, profesores, investigadores y estudiosos actuales. Desde estos ámbitos se va haciendo un camino, y esa síntesis viene siendo una meta a alcanzar. Lo importante es que se está haciendo el camino, y sí se han dado pasos creo yo".
"Corresponde a las nuevas generaciones de católicos tener este espíritu de inserción social. Esto es algo que la Iglesia debe potenciar. Que haya siempre en nosotros amor a la Patria, que no haya –a pesar de las diferencias ideológicas y de los problemas que esta realidad pudo haber suscitado, algunos de ellos dolorosos en la historia reciente de algunos católicos– un desentendimiento del católico de la vida social, del bien social común", exhortó el Cardenal en la entrevista.
Los católicos, agregó, "no podemos tener una actitud de espectadores, de meros analistas. Debemos tener una actitud participativa. Todo esto siempre tiene dos vertientes: que participemos y que se comprenda que nuestra participación es a título de cubanos que formamos parte de este pueblo nuestro al cual amamos y queremos servir. El Estado debe comprender esta realidad. Creo que estos son los caminos por los que debemos transitar".
La reconciliación nacional
El Cardenal Ortega reconoció en la entrevista que el concepto "reconciliación nacional" es "un término que muchas veces no se puede usar en Cuba, a veces no se puede usar fuera de Cuba en algunos medios, puesto que se piensa siempre en una clave muy política, haciendo referencia a la posibilidad de reconciliar ideologías o modos de pensar, lo cual es casi imposible cuando se han afianzado ciertos modos de pensar y ciertas ideologías".
Sin embargo, "si se pueden reconciliar las personas. El cubano, tal y como yo lo veo en Cuba hoy, es un humano bien dotado para la reconciliación. No somos un pueblo que lleve cuentas de manera trágica. Creo que unos y otros podamos alcanzar esa fraternidad en el tú a tú, en el yo y el otro, de todos los días. Y eso es universal. No se trata de diálogos de cúpulas de Iglesia y Estado, diálogos entre sectores políticos diversos. En estos diálogos pueden suscitarse acuerdos o desacuerdos, puede haber tratados, pero cuando el cristiano habla de reconciliación dice te quiero a ti, quisiera que tú me quisieras a mí igual". El Arzobispo explicó que "estamos lejos de llegar a la perfección en este aspecto, pero esta ha sido la predicación de la Iglesia a través de los siglos"; y destacó que "en la medida que se avance en esta reconciliación interpersonal, que se hace grupal, y que logremos perfilar un estilo de convivencia entre nosotros, otras situaciones mejorarán, muchas veces situaciones de índole político, y enfrentamientos".
El Cardenal finalmente recordó que cuando vio al Papa Juan hablo II –que había marcado su vida episcopal– en Cuba, "en medio de nuestro pueblo, como mensajero de la Verdad y la Esperanza, pensé que no estaba siendo él más que fiel a lo que hizo en su patria como sacerdote, obispo y como hizo recorriendo el mundo entero como Pastor Supremo de la Iglesia".
"Eso mismo hacía él en esa Cuba donde él me había urgido a hacer de la Iglesia misionera". Así, con aquella visita papal, "la Iglesia se dio a conocer a nuestra sociedad, y se dio a conocer al mundo entero: la Iglesia Católica estaba ahí, estaba viva, junto a su pueblo", concluyó.